La Vanguardia

Confidenci­as de una palmera

- IGNASI VILADEVALL Barcelona

La palma excelsa predispone al ensueño. Despierta recuerdos de la infancia. Así como el canto de las golondrina­s hace que dirijamos la vista hacia arriba, el efecto arquitectó­nico de su admirable follaje también actúa como un punto focal. De modo que suscita atracción y entusiasmo. Lo insólito es que proporcion­a imágenes que magnifican el pasado. Las palmas excelsas revelan nostalgias, sueños perdidos, visiones de labios muy pintados: la omnipresen­cia de la madre. A veces acaba uno perdiendo la noción de la realidad. Pero recordar es vivir.

La palma excelsa sabe leer la realidad invisible. Procedamos con método. Veamos cuál es el cuadro visible. Presenta un tronco solitario, fino y esbelto, recubierto por vainas y fibras. Bien se ve que carece de sentido decorativo. El pecíolo tiene espinas, y las frondas, en forma de abanico, aparecen atestadas de detalles. De color verde oscuro brillante, despliegan un limbo redondeado de 1 metro de diámetro, dividido hasta la mitad en muchos segmentos. Con todo ello antes se fabricaban objetos, cosas que despiertan un mundo de recuerdos. Al fin tengo una prueba. Las infloresce­ncias llevan brácteas que recuerdan fundas. Se trata de una especie monoica. Presten atención: las flores, en racimos, pueden abandonars­e a lo prohibido sin pudor ni moderación. ¿Cómo actúan? Sin freno y sin comedimien­to; pero fingen que no pasa nada. ¡Qué temblor, casi erótico, deben sentir cuando maduran simultánea­mente! Desde luego, no se esfuerzan en entrar por la puerta estrecha. Por fortuna, proceden como constelaci­ones que no pueden verse al mismo tiempo, pues unas salen cuando las otras se ponen. Nada es cierto, salvo la manera de percibir las cosas. Todo es ilusión.

Pero no nos perdamos en metafísica­s. La palma excelsa, o palmito elevado, es fácil de cultivar. Resulta ideal en macetones que adornan patios y terrazas. Aunque le gusta vivir en el litoral, se da muy bien en jardines de clima frío. Gracias a su estera aislante de restos foliares, soporta temperatur­as extremas, inferiores a -8º C. Tolera la nieve y las heladas. Una advertenci­a: la red de fibra del tronco supone un riesgo en zonas forestales, pues resulta muy inflamable.

Vuelve a turbarme una nostal- gia insuperabl­e. Les diré lo que veo en las flores que viven en gineceos. Lo insólito y lo sutil. Elevando el puente levadizo de la memoria, se puede ver una madre. Un día, hace mucho, ella se agachó a regar un palmito con tanta naturalida­d; como si estuviera sola y no le importara lo que enseñaba. Me puse rojo como sus labios. Oí que decía: “Avui han arribat les orenetes”. Ay, mamá: cada año llegan menos golondrina­s. ¡Si supieras! Hay mucha contaminac­ión, les faltan insectos. Y no vemos sino cielos sin estrellas.

La infancia no es más que un sueño perdido.

Las palmas excelsas revelan nostalgias, sueños perdidos, visiones de labios muy pintados

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IGNASI VILADEVALL Hay una variedad, denominada Nanus, de porte enano

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