La Vanguardia

Si puedes, evítalo

- Jordi Balló

Aveces la ignorancia puede ser un valor. En este sentido afirmo ignorar cómo es el programa de Jordi González en Telecinco, porque no debo de haber visto ninguno entero ni cuando se llamaba La noria ni como se llame ahora, tras este lifting obligado tras probar los efectos económicos negativos de jugar en la frontera de la ignominia. El programa no me interesa porque no es ni bueno, cosa normal, ni tampoco es suficiente­mente malo, en el sentido de la belleza de lo ingenuo, del querer y no poder. Lo que he visto del programa siempre me ha parecido feo, el resultado de prefabrica­r y espectacul­arizar la división de opiniones.

Declarado esto, me resulta de lo más significat­iva la decisión de Fernando Sánchez Dragó y de Ayanta Barilli de decidir en el último momento no entrar en el plató de Jordi González cuando, al parecer, vieron la introducci­ón de imágenes que el programa les tenía preparada. Como pueden comprender, aun me importa menos los motivos por los que esta pareja paternofil­ial acudía al plató de Telecinco, pero sí es destacable anotar el procedimie­nto por el cual lo abandonaro­n, o mejor aún, por el que no llegaron a entrar en él.

El programa de González (Telecinco) no es ni bueno, cosa normal, ni suficiente­mente malo

Uno de mis mentores en la distancia, el cineasta Frederick Wiseman, me hizo notar una vez que los directores de cine documental raramente se dejaban filmar por otros cineastas, una negativa que no era tan rotunda entre los cineastas de ficción. El motivo de esta prevención, según Wiseman, es que un documental­ista conoce perfectame­nte las posibilida­des de manipulaci­ón del cine de lo real, y que por tanto se cuida mucho de dejar las huellas de su cuerpo en la película de otro, excepto que este sea de su absoluta confianza. Pues bien, mucho de ello está en esta decisión de la pareja de no entrar en un programa del que conocen bien los entresijos, aunque no hubieran estado nunca en él. Es como si de golpe Sánchez Dragó y Ayanta Barilli recordaran cómo se gastaban las cosas en sus programas respectivo­s a la hora de entrevista­r a los demás. Y así, en un arranque de memoria lúcida, hubieran reconocido las mismas armas utilizadas ahora en su contra. Este saber anterior les permitió imaginar un flash forward de lo que iba a suceder, no les gustó y se fueron. Es lógica en este sentido la cara de sorpresa de Jordi González y sus colaborado­res cuando supieron que Dragó y Barilli no iban a entrar: ¡pero si aún no hemos empezado!, debieron de pensar, olvidando que los invitados conocían bien las reglas.

Pierre Bourdieu explicaba tres o cuatro cosas que hay que saber para ir a una entrevista televisiva. La primera: si lo puedes evitar, no vayas.

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