Un francés de mundo
ANDRÉ FONTAINE (1921-2013) Exdirector del diario ‘Le Monde’ y autoridad informativa en política internacional
De “la generación de los fundadores del diario”, como recordó Jean-Marie Colombani, otro exdirector de Le Monde, André Fontaine, fallecido el domingo, en París, dos semanas antes de celebrar sus 92 años, tuvo responso digno de quien pasó seis décadas en el que por entonces era llamado el cotidiano de referencia.
“Su talento se identificó con el destino de Le Monde, en donde habrá ocupado prácticamente todas las funciones, desde redactor a director”, corroboró ayer el presidente François Hollande. Según el mandatario, “Fontaine supo modernizar el diario sin descuidar el rigor que era, para él, su marca de fábrica”.
Por su parte, el primer ministro, Jean-Marc Ayrault, rindió homenaje a “un gran patrón de prensa y, también, uno de los mayores analistas de las relaciones internacionales de los últimos sesenta años: formó a generaciones de lectores en los sutiles equilibrios de fuerza nacidos de la Segunda Guerra Mundial”.
Hijo de un comerciante parisino, Fontaine comenzó su carrera de periodista en el semanario católico Temps présent. Tenía 26 años cuando Hubert Beuve-Méry, director fundador y alma tutelar de Le Mon- de, lo contrató como adjunto al redactor jefe de información.
Cuatro años más tarde es jefe de internacional, con la responsabilidad de un boletín del extranjero que aparece cada día en primera plana: firmará más de un millar. En 1969, aquel año clave del cambio de sociedad, en Francia, tras Mayo del 68, también es simbólico para el diario: se marcha el fundador, no sin antes nombrar a Fontaine redactor jefe.
Otro mundo y otro periódico en 1985, cuando las cuentas en rojo y una crisis de mando le deciden a ocupar el cargo de director. A sus 63 años, Fontaine intuye que también el lector ha cambiado.
“Resistamos a la tentación de agotar el tema, de escribir para especialistas. No debemos realizar un manual cotidiano de ciencias políticas, sino un diario. Y un diario en el que, dicho sea de paso –arengó a sus periodistas, al tomar posesión– será necesario inyectar un poco de emoción; relatar historias, con talento y ¿por qué no? un poco de humor. Un diario, para decirlo en pocas palabras, lleno de vida”.
Una de sus primeras medidas cumplirá pronto un cuarto de siglo: el dibujo de humor de Plantu, concebido como un editorial, primer paso en la transformación de un diario que hasta entonces consideraba la foto como una herejía. Hoy, la profusión de fotos, incluido un portfolio artístico en el dominical, el color y la maqueta moderna, demuestran que Fontaine anticipó algunas de las modificaciones inevitables.
En 1990, cuando ya había respondido al desafío de enderezar las cuentas y alcanzado la edad límite fijada por los accionistas, Fontaine no pudo, sin embargo, dar un paso atrás: la sociedad de redactores, con derecho de veto, no aceptaba ninguno de sus posibles reemplazantes. Interinato de un año hasta que consigue dejar su sillón. Por primera vez, y como un anticipo de aquello de “es la economía, idiota”, el cargo no recaerá en un periodista, sino en un ingeniero y economista, Jacques Lesourne.
Es el principio de una serie de sucesivas crisis económicas y de gobierno, marcadas por conflictos crecientes, deudas, la irrupción de internet y hasta un peligro cierto de desaparición del periódico, sorteado finalmente en este siglo, no sin sacrificar el poder de la sociedad de redactores.
Pero todo esto Fontaine lo vivió con la distancia del historiador, la materia a la que dio libros como Histoire de la guerre froide, Le dernier quart du siècle, La France au bois dormant o Un seul lit pour deux rêves (premio Ambassadeurs en 1983).