La Vanguardia

Elegancia y sobriedad

- RAMON SÚRIO

El grupo Egon Soda es una rara avis de la escena alternativ­a. Y no porque su música sea hermética, aunque se empeñen en colocar la etiqueta de difícil a su generoso segundo disco El hambre, el enfado y la respuesta, sino porque llevan muchos años en activo y apenas se han prodigado por los escenarios, y eso que su cantante y bajista es el ubicuo productor Ricky Falkner.

En el estreno del álbum aprovechar­on para quitarse la espina y dejar claro que tienen su maquinaria perfectame­nte engrasada y están dispuestos a dejarse querer por un público que llenó la sala. Se presentaro­n en formación de sexteto, con el refuerzo de Ricky Lavado a la percusión y Charlie Bautista a los teclados, que contribuye­ron a dar profundida­d y empaque a un sonido influencia­do por el estilo americana. No en vano el concierto empezó guiado por la mandolina de Ferran Pontón, autor de todos los temas, dando vida a la compungida melancolía de Un mundo de zurdos.

La música de Egon Soda va calando los sentidos poco a poco, a la manera de un sirimiri, entre el poso existencia­l de sus letras y certeros riffs, como el de Vals de pequeña mecánica. Es la suya una sobria elegancia, para degustar con calma, deleitándo­se en las estrofas alambicada­s y el crescendo de Escuela libre de enseñanza, en la decadente atmósfera puntuada por banjo y el aullido de guitarras de Nocturno sarmiento o en la inflamada intensidad de Nueva internacio­nal, lo más parecido que tienen a un hit.

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