Los cómplices de Leo
El fútbol nos sigue enseñando a relativizarlo todo. Hace poco, hubiera sido de locos pretender que el Barça jugara el partido clave de la temporada sin el once de gala, aquel que prescindía de un delantero para encajar a Cesc en el centro del campo aún al elevado coste de enviar a Iniesta a la banda. Sucede, no obstante, que el juego no es estático, que los rivales observan y que lo que hoy parece una garantía de éxito, mañana no lo será.
Los técnicos azulgrana supieron pegar un timonazo en el momento límite. No fue una evolución del sistema sino más bien una vuelta a los orígenes que permitió al equipo recuperar la profundidad perdida muchas semanas atrás. La presencia de Villa frente al Milan, más allá de ayudar a Pedro en la presión de primera línea, fijó a los centrales rivales como tantas veces hizo el asturiano en su primera temporada en Can Barça o como hizo Alexis el curso pasado. Y la consecuencia fue una liberación para Messi, a quien los rivales habían conseguido enjaular y restar espacios cerca del área y obligarle a retroceder hasta el círculo central, desde donde le costaba más ser decisivo.
Roura afirmó, tras el partido contra el Rayo, que con Messi se vive más tranquilo, lo cual es indiscutible siem- pre que se le ayude a encontrar soluciones para que disponga de esos dos metros necesarios para recibir y decidir cómo ejecuta al rival. Siempre se trató de eso desde que Guardiola sacó al argentino de la banda y lo colocó en el eje de las operaciones.
Desde entonces han sido muchas las leyendas que han corrido sobre Leo. Primero se dijo que no se llevaba bien con Ibra, después que no quería jugar con Villa y al final que exigía tener cerca a Cesc. Pero la explicación futbolística es mucho menos escabrosa: sobre el campo, Messi no se casa con nadie, y son sus pies quienes eligen, en cada momento, a los mejores cómplices para plantarse ante el portero.
¿Acaso alguien se cree que Leo no soportaba a Villa y ahora, de repente, vuelve a abrazarle como si fueran amigos íntimos? La cuestión es que Messi le ha reencontrado como socio después de que los equipos rivales se hubieran acostumbrado a adelantar sus defensas para impedir que el argentino pudiera asociarse con los centrocampistas y arrancar.
Durante el partido frente al Sevilla, que pareció un trámite para suplentes entre el desastre de San Siro y la vuelta de Copa contra el Madrid, Leo intuyó la solución. Con 0-1, Villa se situó como 9 por delante del argentino y el Barça volteó el marcador con goles de ambos. Messi declaró aquel día que, con el Guaje por delante, tiene más espacios porque fija a los centrales. Los técnicos parecieron no tomar nota de la apreciación, puesto que contra el Madrid repitieron once de gala y naufragio, pero sí la rescataron para re- montar al Milan.
El caso es que Villa ha vuelto a enamorar a Messi porque le hace la vida y el gol más fácil, como lo hacía Cesc en otros momentos. El asturiano ha sabido esperar su momento para ser importante, como le prometieron Tito y Roura, y lo ha aprovechado con generosidad colectiva y acierto en el remate aún sin haber recuperado su físico previo a la lesión.
Para quienes siempre reclamaron la titularidad de Villa, lo sucedido hace
Villa ha vuelto a enamorar a Messi porque le hace la vida y el gol más fáciles
una semana les da la razón. Para quienes sostenemos que cada partido tiene sus particularidades y que conviene ajustarse a ellas para salir de la rutina, la oportuna aportación del asturiano supone una gran noticia porque el Barça dispone ahora de distintos guiones que le hacen menos previsible. Hoy, Villa es la solución a todos los problemas y Cesc un secundario arrinconable, pero sólo hasta que los rivales vuelvan a adaptarse. Entonces habrá que encontrar otra solución y otro cómplice.