Chipre aplaza de nuevo el voto sobre el rescate y extiende el ‘corralito’
El Gobierno se plantea perdonar a los ahorros inferiores a 20.000 euros
Los chipriotas celebraron ayer el inicio de la Cuaresma ortodoxa con ayuno, abstinencia... y un nudo en el estómago. Sin saber qué va a ser de sus ahorros ni de su entero sistema financiero. Y sin tiempo para examinar los pecados y arrepentirse.
El Gobierno se vio obligado a aplazar, por segundo día, la votación en el Parlamento sobre el polémico rescate. La sesión está prevista para esta tarde, pero es probable que haya que posponerla de nuevo porque no puede arriesgarse a perderla. Mientras, se anunció que los bancos permanecerán cerrados como mínimo hasta el jueves. No le quieren llamar corralito, pero se le parece mucho. Ayer se repitieron las colas ante los cajeros automáticos, mientras los empleados se afanaban en llenarlos para evitar que cundiera la histeria.
Los chipriotas viven consumidos por la incertidumbre desde este fin de semana, cuando se desayunaron con la noticia de que serán los primeros europeos que pagarán con sus ahorros los desmanes de los bancos. O eso, o la quiebra, ha argumentado el presidente, el conservador Nikos Anastiasadis, después de que el BCE le amenazara con cortar el suministro de liquidez a los bancos chipriotas si no cedía.
Su Gobierno prosiguió ayer, sin resultado, las negociaciones a puerta cerrada con el resto de formaciones políticas para tratar de lograr una mayoría parlamentaria sobre el acuerdo de rescate impuesto por la UE, sólo dispuesta a otorgar 10.000 millones de euros si Nicosia recoge los otros 5.800 millones que necesita gravando los depósitos bancarios. Un 40% de ellos pertenecen a extranjeros atraídos por las generosas tasas de interés chipriotas, en el mejor de los casos, o a oligarcas rusos y ucranianos que buscan lavar sus fortunas, en el peor.
Los números que trascendieron inicialmente eran de una tasa del 6,75% para los depósitos infe- riores a 100.000 euros y del 9,9% para los superiores. Sin embargo, las autoridades europeas se han desentendido ahora de estos porcentajes y han dicho que corresponde a Nicosia decidir cómo reparte el gravamen, siempre que recaude la cantidad acordada.
El Gobierno está tratando de hacerla más justa y aceptable socialmente al suavizar la mordida a los pequeños ahorradores. Así, algunos medios de comunicación especulaban con que estaba encima de la mesa una exención para los depósitos inferiores a 20.000 euros. Otros, que la tasa por debajo de los 100.000 euros quedaría en un 3% y que por encima se aplicaría un 12,5%, hasta un 15% a partir del medio millón.
Anastasiadis, elegido hace tres semanas, no lo tiene fácil para lograr apoyos. Su partido, el conservador Disy, no tiene mayoría absoluta. Varios diputados de su socio de Gobierno, el partido de centro-derecha Diko, con quien suma 28 de los 56 escaños, se niegan a aprobar una medida tan impopular. Los tres partidos opositores ya han dicho que votarán no. “Se le está pidiendo al Parlamento que legalice la decisión de atracar a los ahorradores, contra cualquier ley escrita o no escri-
“Ya nunca más podemos confiar en que el dinero está seguro en los bancos”, dice un chipriota
ta”, afirmó Yianakis Omiru, portavoz de la Cámara y líder del Partido Socialista.
Pese al gran rechazo social que despierta la medida, muchos chipriotas creen que ya es tarde para que el Gobierno pueda dar marcha atrás. Que una vez anunciada, ya no puede deshacerse. “Tienen que votar que sí. Si no, el primer día que vuelvan a abrir los bancos, todo el mundo se lanzará a retirar su dinero antes de que el Gobierno se lo vuelva a pensar. Y entonces sí que será la bancarrota”, afirma Panikos, empleado del sector turístico de 53 años y votante conservador.
Más allá de la lógica preocupación por sus ahorros, a muchos les inquieta el futuro de su sistema financiero, de su economía. “No producimos nada, sólo tenemos turismo y ser un centro offshore. No sé si somos un centro de lavado de dinero, pero si los rusos cogen ahora todo su dinero y se lo llevan a otra parte, tendremos un problema enorme”, afirma Nikos, ingeniero de 40 años empleado en la compañía pública eléctrica, que no quiere dar su apellido. “El problema –añade– es que ya no podemos confiar nunca más en que nuestro dinero está seguro en los bancos. Dicen que es un impuesto excepcional. Pero ¿por qué deberíamos creerlos? ¡Hace sólo tres días también decían que nunca iban a tocar nuestros ahorros!”.