Josep Maria Benet i Jornet
AL distinguir a Josep Maria Benet i Jornet, el jurado del Premi d’Honor de les Lletres Catalanes reconoce al fin, en su edición número 45, la contribución de los dramaturgos a la cultura y la sociedad catalanas. Cierto es que hubo antes otros galardonados con el Premi d’Honor que habían escrito teatro, como por ejemplo Salvador Espriu, Joan Oliver o Feliu Formosa. Pero Benet i Jornet –según recordaba él mismo en nuestra edición de ayer– es el primer dramaturgo full time honrado con la más alta distinción de las letras catalanas. Todo ello sucede, por cierto, medio siglo después de que este creador escribiera, con tan sólo 22 años, Una vella, coneguda olor, su primera obra, merecedora ya entonces del premio Josep Maria de Sagarra.
Influido por Bertolt Brecht en sus compases iniciales, y luego por autores de signo diverso como Harold Pinter, Antonio Buero Vallejo, Eugene O’Neill y Àngel Guimerà, entre otros, Benet i Jornet ha sido siempre un escritor capaz de aunar en sus textos la exigencia de calidad con una dimensión popular. Si, como afirmaba también el premiado, el teatro catalán se encuentra ahora mismo en su mejor momento histórico, habrá que convenir en que las causas de esta bonanza son varias. Desde un sistema consolidado, tanto en el ámbito infraestructural como en el profesional, hasta unos niveles de creatividad y empuje que cabe calificar de muy satisfactorios. Y, sin duda, tanto por la ya larga duración de su carrera como por su densidad, Benet i Jornet ha sido una de las personas que han contribuido con más entusiasmo y buenos resultados a lograr el mencionado nivel actual. Los datos son, en este sentido, claros. Si contamos únicamente el número de sus producciones para la escena, nos vamos hacia una treintena. Y si analizamos la contribución de Benet i Jornet en términos de honestidad, coherencia y constancia, deberemos concluir también que la aportación del ahora homenajeado ha sido muy notable.
Hombre estrechamente vinculado a su país y a su época, Benet i Jornet ha reflejado en su repertorio los conflictos sociales, la evolución de las costumbres, los cambios de la ciudad y los ciudadanos; y se ha nutrido con influencias culturales de dispar procedencia, estando siempre atento a la evolución de los distintos medios artísticos y de comunicación. Quizás por ello, ha tenido también un papel decisivo en el ámbito televisivo. Y, de este modo, ha acercado un poco más la narrativa dramática al grueso de la población, al convertir las teleseries costumbristas basadas en sus guiones en paradigma de moderna narrativa popular.