Los retos del papa Francisco
Días después de la sorpresa por la elección de un Papa jesuita y americano (en concreto, argentino), dos novedades en la historia de la Iglesia, llega la hora de pensar en la tarea que tiene por delante el obispo de Roma, como así se autodenominó el papa Francisco en sus primeras palabras. Aquí van algunos apuntes:
1. Se arrastra desde hace años la necesidad de reformar la curia. Su estructura y su poder en el seno de la Iglesia necesitan ser revisados a fondo.
2. En el discurso de los derechos humanos se afirma que no hay diferencia de dignidad entre hombre y mujer, un principio tomado del humanismo cristiano (Gálatas 3,28). A todos los efectos, y sin excepciones, en la Iglesia no debería haber diferencias de responsabilidad entre hombres y mujeres. A ese horizonte nos podemos acercar poco a poco, sin rupturas, y a velocidades distintas según las culturas.
3. Conviene repensar la vida litúrgica, celebrativa, que se ha quedado bastante estancada, con las iglesias cada vez más vacías, aunque, eso sí, con los estadios llenos cada tres años. Este tema incluye la posibilidad del acceso de los casados al sacerdocio, como ya se hace en el Diaconado Permanente.
4. En estos últimos años se ha avanzado mucho en el diálogo ecuménico (entre iglesias cristianas) y en el diálogo interreligioso (entre diferentes confesiones religiosas), pero aún queda mucho camino por recorrer. El mundo global, donde la pluriculturalidad constituye un nervio esencial, necesita im- periosamente de este diálogo interreligioso.
5. Los avances en investigación genética y en neurociencia son tan extraordinarios y tan acelerados, y tienen un impacto antropológico tan importante, que requieren de una aportación valiente y rigurosa por parte de la Iglesia, sin miedo pero también con prudencia, en el terreno de la bioética.
Y 6. No podemos olvidarnos de los pobres y de las víctimas de guerras y dictaduras. El trabajo que la Iglesia ha hecho en este terreno es inmenso, pero nunca será suficiente. Hay que ser auxiliar y médico, Teresa de Calcuta e Ignacio Ellacuría, estar cerca de los que sufren y analizar exhaustivamente por qué el sistema sigue generando desigualdad: dos misiones complementarias de la Iglesia en el mundo.
¿Por qué no un concilio Vaticano III para abordar todo esto en su unidad?