Sentido colectivo
Ahora que ya queda claro que “el pueblo catalán”, como tal, no existe legalmente, según la Constitución de 1978, es el momento de comprobar, o de demostrar, si continúa existiendo civilmente. Y, si no como sujeto de derechos colectivos, al menos como sociedad capaz de articular los intereses particulares en alguna forma de bien común.
“Bien común” se titula precisamente el último de los artículos publicados en vida por Joan Maragall. En el que, proponiendo un “examen de conciencia social” por “si logramos conocernos un poco más como pueblo”, se pregunta si el individualismo “nos inhabilita para las modernas organizaciones sociales fundadas en un sentimiento de la necesidad de cooperación para producir la vida”.
Durante las interminables discusiones en Cortes sobre el Estatut de Catalunya de 1932, y en respuesta a Carrasco i Formiguera, el líder democristiano que luego fue fusilado en Burgos, Maura argumentó, paternalista o cínico, que las reticencias al autogobierno de los catalanes obedecían sólo al deseo de que el desgobierno no se apoderara de Catalunya. “Porque tenga usted la seguridad –sentenció– de que al día siguiente de aprobarse el Estatut están ustedes a matarse unos contra otros. Yo les conozco muy bien y sé que no son ustedes capaces de una actuación administrativa de sentido colectivo (...) Es más, yo creo firmemente que los catalanes no tienen capacidad para la actuación colectiva simplemente, como lo demuestra el resultado de las sociedades comerciales allí establecidas. Sentido individual, sí; pero colectivo no lo tienen ustedes ninguno”.
¿Es así? En una nota (de enero de 1937) de sus Meditacions, Cambó sostenía que los judíos, comparados con los catalanes, “són forts, molt forts individualment... però són incapaços d’una acció col·lectiva que demani disciplina, jerarquia i abnegació”. “Aquesta afirmació –replica Barrera en su notable y póstumo Cambó–, potser certa per als catalans dels darrers segles, no ho és gens per als jueus. La creació de l’Estat d’Israel, la seva expansió territorial i la seva consolidació són proves del contrari”.
La cuestión tiene actualidad: ¿hasta qué punto tenemos, hemos tenido o podido tener “los catalanes” ( sic) capacidad de acción colectiva? Decía Joan Maragall en aquel artículo de noviembre de 1911 que “en nuestra soberbia individual (y también en nuestro mezquino partidismo, se podría añadir) está nuestra ineficacia colectiva”.