La Vanguardia

Pequeños sueños desahuciad­os

Con la casa, el niño pierde su espacio de seguridad, esperanza en el futuro y armonía familiar

- CRISTINA SEN

Estrella tiene 12 años y quiere ser fotógrafa. Aquí o, quizás, en la República Dominicana. Ella y su hermana Estela, de 10 años, nacieron en Barcelona, donde viven, estudian, se divierten y tienen su casa por la que sus padres pagaban una hipoteca alta. Estrella ya sabe que si las cosas siguen torciéndos­e les pueden echar del piso y por eso dice que quizás será fotógrafa en la República Dominicana, de donde son sus padres.

Mucho se ha hablado de los desahucios porque el drama es grande y en medio de este drama adulto están los niños, que lo viven y sufren sin tener aún las he-

MÁS ALLÁ DE LAS PAREDES La casa es el espacio emocional de un niño, donde crece, juega y se socializa

UNA NIÑA DE 12 AÑOS Estrella quiere ser fotógrafa y sabe que igual un día ha de dejar su casa y ciudad

rramientas emocionale­s suficiente­s para enfrentars­e a la situación. Ellos son los grandes olvidados, señala Adela Camí, psicoterap­euta familiar y representa­nte del Col·legi de Psicòlegs (COPC), porque reciben varios impactos. La pérdida o posible pérdida de la casa como espacio propio de seguridad, para vivir y para jugar. La pérdida de su entorno social, porque la mayoría de ocasiones han de cambiar de barrio, de colegios, o sea, de amigos y lazos vitales. Y sobre todo porque el desahucio no sucede de un día para otro, es un proceso muy largo que genera estrés, pérdida de autoestima, desgaste, tristeza, rabia, depresión... de unos adultos que han de cuidar a sus hijos. No pueden transmitir esperanza.

Dicen que a Estrella la ven más triste, aunque lo que quería el viernes era empezar rápidament­e la sesión de baile en el centro de la Fundación Adsis en la calle Princesa, donde ayudan a niños y chicos en riesgo de exclusión social. Leen, estudian, juegan, charlan y, explica Marta Palomar, profesora y coordinado­ra del proyecto, se les da un espacio de cariño, confianza y respeto. Allí están también los pequeños S., M. y R. (su madre no quiere que se digan los nombres) de 8, 7 y 4 años, que tuvieron que abandonar su piso de alquiler de 600 euros cuando su padre se quedó sin trabajo. Estuvieron dos meses en la habitación de un hotel donde la pequeña lloraba y los mayores estaban asustados. No había nada, no veían nada, ni una cocina.

“Una de las funciones de la familia –señala la pedagoga Nora Rodríguez– es transmitir esperanza y cuando los padres no pueden hacerlo el conjunto se desestabil­iza”. Ahuciar quiere decir, precisamen­te, esperanzar, dar confianza. Por ello es importante que alguien escuche a los padres para que ellos puedan cuidar a sus hijos, que les puedan transmitir experienci­as calmantes aunque sea difícil, porque cuando una madre está triste ellos también lo estarán.

Es su representa­ción del mundo. Los mayores se sienten fracasados, se avergüenza­n y esto supone, prosigue, que los niños viven con unos “fracasados” lo que genera rabia. Aparte de las tensiones familiares, porque con esta mochila en la espalda la convivenci­a puede ser muy difícil.

María Rey es psicóloga voluntaria en la Fundación Adsis, y no sólo trata con los niños sino con las madres –son ellas las que acuden– debido a la aplastante reali-

dad. Se desfogan y se les asesora de cómo pueden buscar ayuda. “Si una familia ha de abandonar su piso –comenta– hay que preparar a los niños para que mitiguen el impacto pero sin engañarles. Evidenteme­nte no se les puede decir que tendrán una habitación nueva, porque no va a ser así”. Pero han de saber que contarán siempre con el cariño de los padres.

Máxima Sierra es la madre de Estrella y de Estela y sabe lo difícil que es poner buena cara. Su hipoteca supera los 1.000 euros, ha pagado cuatro años –entonces las cosas les iban bien– y renegoció las condicione­s con el banco cuando las cosas empezaron a torcerse. Pero el último mes no ha podido pagar –“sólo uno”, recalca– y dice que le llaman a todas horas. Su marido está fuera de Barcelona intentando encontrar trabajo y ella busca aquí donde llegó hace ya 23 años.

“Intento no transmitir esta angustia porque lo que quiero es que ellas vayan bien en el colegio. Si tienen controles han de saber que lo importante es que saquen buenas notas”, explica. Máxima ha pensado en la posibilida­d de regresar a su país aunque no le entusiasma especialme­nte por las pequeñas, que están bien en la escuela. Se lo ha dicho a Estrella, pero no a Estela, que sabe que pasa algo malo, pero no sabe exactament­e qué. “El próximo 28 es su cumpleaños y no entiende que no tengamos dinero para la fiesta”, dice.

Adela Camí, directora de Eduvic, señala que el proceso es muy duro pero que los padres han de saber que lo que realmente no puede sufrir un niño es que no le hagan caso, que le falte la “mirada tierna y de protección. Puede tener todo, pero si no tiene la mirada de la madre no tendrá nada”. Pero sentado este principio básico, para intentar paliar el impacto de estos procesos en la infancia, la sociedad debe de darse cuenta que los padres, como se señalaba, necesitan apoyos, que debe evitarse la tendencia al aislamient­o con la que muchas veces se afrontan estas situacione­s. Es, como señala Nora Rodríguez, un drama transgener­acional.

Asimismo, hay que hablar con claridad a los pequeños, teniendo en cuenta su edad y explicar también que no es una situación normal y que no tiene que ver con algo que los padres “han hecho mal” y que ha habido una parte que no podían controlar. Hay que combatir los sentimient­os de culpa, especialme­nte de los más pequeños, que pueden llegar a pensar que lo que sucede

LA FUNDACIÓN ADSIS Este centro de ayuda a niños también apoya a las madres con problemas de vivienda

LA ESCUELA La tensión que supone el proceso puede desembocar en problemas escolares

es porque “se han portado mal”.

Y, sobre todo, lo que hay que evitar, si llega el momento de desahucio, es que los niños vivan la situación dramática y violenta que supone la salida de la casa. Ellos no han de estar.

En un principal de la calle Princesa, Marta Palomar y María Rey ven lo que sienten estos niños muy de cerca. Un día de estos irán al nuevo colegio de la pequeña R. para conocer a las profesoras e informarse de cómo está. Después de dos meses en el hotel esta familia marroquí consiguió un piso de protección oficial en Baró de Viver y dejaron su escuela en la Barcelonet­a. “Mi cole llora”, decía la pequeña R. Pero el jueves ya sonreía al hablar de su nueva señorita. Porque el fracaso escolar es otro de los peligros de este duro proceso.

Se corre el riesgo, señalan todos los expertos, de que crezca una generación o una parte de ella con un resentimie­nto hacia la sociedad. Porque no sólo hay que hablar de los chicos cuyos padres tienen problemas con la vivienda sino de sus compañeros ya que se puede generar un contagio emocional, el contagio del miedo, de la desconfian­za.

Por ello es tan importante, señalan, ayudar emocionalm­ente a los padres. Desde la calle Princesa, Máxima explica que busca trabajo con ahínco y que pese a todo intenta trasmitir seguridad y futuro. Aquí, o en la República Dominicana.

 ??  ?? Máxima y sus hijas Estrella y Estela, y la psicóloga María Rey
Máxima y sus hijas Estrella y Estela, y la psicóloga María Rey
 ?? ÀLEX GARCIA ?? Madre e hija en el centro social; vivieron dos meses en un hotel
ÀLEX GARCIA Madre e hija en el centro social; vivieron dos meses en un hotel
 ?? ÀLEX GARCIA ??
ÀLEX GARCIA

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain