La Vanguardia

Una estrella en el exi Ilio

La iraní Golshifteh Farahani, perseguida en su país, estrena un film Me sobre la difícil vida de una mujer afgana

- ÓSCAR CABALLERO París Servicio especial

Tal vez porque París tiene un alcalde nacido en Túnez, con una adjunta gaditana y una población cosmopolit­a, la película francesa de la que más se habla tiene un título en afgano: Synghé sabour (La piedra que escucha) y la protagoniz­a Golshifteh (flor del deseo, flor del amor, en persa) Farahani (29), estrella del cine iraní exilada en Francia por haber actuado sin velo en Red de mentiras, de Ridley Scott.

Synghé sabour adapta la novela homónima del director del filme, el afgano Atiq Rahimi, escrita en francés y premio Goncourt del 2008. Pero como se trata del monólogo de una esposa que halla a su marido en coma el equivalent­e de la legendaria piedra a la que los afganos cuentan sus cuitas, Rahimi rodó en persa “y en dari, el persa de Afganistán” esta aproximaci­ón a la difícil vida de una mujer (y de todas las mujeres) de su país.

Primera estrella iraní adopta- da por Hollywood tras la revolución de 1979, Farahani fue acusada de pactar con Satán, léase Estados Unidos, representa­dos por Leonardo DiCaprio en el filme de Scott.

En el 2010, en el aeropuerto de Teherán donde debía embarcar rumbo a Londres para el casting de Prince of Persia: las arenas del tiempo, de Mike Newell, la policía le confiscó el pasaporte. Además de la oportunida­d perdida, debió afrontar siete meses de interrogat­orios, entre el ministerio de la Guía Islámica y el de Informacio­nes y Seguridad.

“Me decían que había puesto en peligro la seguridad del país. Y me amenazaban con la cárcel”. En ese ambiente, “considerad­a como una pestífera, una traidora”, rodó la que sería su última película iraní, A propósito de Elly, de Asghar Farhadi.

A pesar de los pesares, mediante una fianza de dos millones de dólares, la actriz recuperó su pasaporte para viajar a Nueva York. Su presencia en el estreno de Red de mentiras, con vestido de noche y sin velo, agravó su caso.

Se refugió en París, en casa del guionista Jean-Claude Carrière, cuya esposa, la novelista iraní Nahal Tajadod, de 53 años, aprovechó para fundir sus recuerdos del país que abandonó a los 17 años con los de Farahani, vivencias de otra generación. El resultado fue la novela Elle joue, publicada el año pasado por Albin Michel. Y la instalació­n de Farahani en el domicilio de los Carrière. “Un honor –asegura Carrière, coguionist­a de Syngué sabour–: en el mundo árabe musulmán, Golshifteh es lo que Brigitte Bardot fue en Francia”. Y ya pesa en Hollywood: comparte agente con Jessica Chastain. Una celebridad que debutó en el cine con 14 años, interrumpi­endo la carrera de pianista que le profetizab­an. Dos años más tarde, un integrista la atacó con ácido, en una calle de Teherán, por pasear sin velo. Golshifteh se cortó el pelo, disimuló sus senos y transforma­da en muchacho, circuló en libertad, “aunque mi padre, un artista que fue opositor con el sha y también con Jomeini, temblaba: travestirm­e podía condenarme a muerte si me descubrían”.

El año pasado, en un vídeo sobre los nominados para el César francés a la mejor promesa femenina, Farahani concretizó su exilio: enseñó un seno y susurró “encarnaré vuestros sueños”. Después explicó que, como los niños, sabe que no hay que meter los dedos en el enchufe. Pero, como ellos, “quiero ver qué pasa después”.

En su caso, dos cambios: pasaporte francés y “un amigo, bueno, más que un amigo”, el actor francés Louis Garrel.

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