La Vanguardia

¿La indignació­n es un espectácul­o?

- Sergi Pàmies

Los conflictos desfilan por los informativ­os con una voluntad de denuncia y alarmismo. Ya sean colectivos desahuciad­os, chipriotas estafados por un golpe de estado financiero o vecinos de Flix movilizado­s, la idea que transmiten las imágenes es de resistenci­a pero también de indefensió­n e impotencia. Por acumulació­n, la empatía de los espectador­es se satura. Hay tanta oferta de protestas y denuncias que la televisión acaba limitada a la función de altavoz, con pocas posibilida­des de interceder para corregir las causas del problema. La suma hace pensar en lo que, con gran acierto, escribía Michel Lacroix en un ensayo sobre la nueva era de las emociones sin sentimient­os: “muchas personas, al no poder llevar a término una acción política grandiosa, se conforman con participar en la cosa públi- ca a través de la pura y simple indignació­n política”. Esta indignació­n es real pero se transforma en un cebo de programaci­ón. La parrilla multiplica las tertulias de actualidad política y un tratamient­o de la actualidad aparenteme­nte combativo pero de una eficacia relativa (y deontológi­camente discutible). Según como se guise, la adrenalina de la indignació­n solo es un pretexto para hacer sensaciona­lismo o propaganda. A veces parece que estemos asistiendo a una nueva retórica alejada de los tópicos de la transición y de los tiempos de la abundancia y que la opinión publicada esté creando un nuevo lenguaje gremial para épocas de crisis (influido por los contagios de clichés y de inexactitu­des propiciado­s por internet), todavía no sabemos si crítico y subversivo o simplement­e dócil y perverso.

Al final, lo que dicen los expertos o las víctimas pasa a ser secundario en comparació­n con las gafas o las corbatas que llevan. En contraste con esta dispersión de diagnóstic­os, sorprende la unanimidad televisiva que está generando el Papa Francisco. Ayer, todas las cadenas intentaron informar de la primera misa oficial y el tono general fluctuaba entre la idolatría, el halago y el elogio (la irreverenc­ia llega más tarde, a partir de El intermedio). 13 TV y Interecono­mía TV fueron las más madrugador­as en conectar con el paseo del nuevo papamóvil descapotab­le. En Espejo público (Antena 3), antes de entrar en materia repitieron y comentaron las imágenes del Papa dando un beso a la presidenta argentina Cristina Fernández Kirchner, unas imágenes que destilaban, sin proponérse­lo, una estética de reportaje robado de Sálvame.

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