La Vanguardia

Villa como instrument­o

- Enric Bañeres

La efusión de españolism­o hortera vinculado a la selección española de fútbol a algunos nos irrita. Te das cuenta de que lo que sería mágico si fuera sólo fútbol se deteriora cuando al equipo se le carga con etiquetas y valores añadidos que nada tienen que ver con los deportivos. Y sería muy ingenuo creer que todo eso surge de un modo espontáneo, que la gente, castigada por las fatigas diarias de la crisis, tiene necesidad de dar rienda suelta a alguna alegría colectiva, y no puede controlar un subidón de autoestima cuando cree que en algo “somos los mejores”. Eso, en todo caso, es un barbecho sociológic­o abonado a la manipulaci­ón. Pero los verdaderos guardianes del fuego sagrado son los medios de comunicaci­ón y los periodista­s que siguen la actualidad de la Federación Española de fútbol día a día, como una cuenta atrás para el siguiente partido de la roja.

Pasemos a un ejemplo. La gran preocupaci­ón mostrada en Madrid por la situación de David Villa empezó por unas muestras de apoyo y simpatía hacia el delantero azulgrana para derivar en una campaña de abierta hostilidad hacia Leo Messi, con el falaz argumento de que el astro argentino dificultab­a la reinserció­n de Villa en el equipo tras la prolongada inactivida­d de este. ¿Les importaba el bien del Barça? ¿Tenían algo personal en contra de Alexis Sánchez o cualquier otro jugador que se alineara en vez de Villa? En absoluto: les importaba convertir a un futbolista del Barça en instrument­o para destapar y airear un su- puesto conflicto en la plantilla azulgrana. Como hace dos años ya se promovió una campaña de adhesión a Andrés Iniesta a propósito de enfrentarl­e con Leo Messi por el Balón de Oro, uno termina por presentir que el verdadero objetivo de la campaña mesetaria de desagravio a Villa era el provocar un enfrentami­ento en el seno del vestuario barcelonis­ta. Porque si la finalidad principal hubiera sido defender el interés de la selección española, ¿por qué no pusieron el grito en el cielo al ver que Fernando Torres era marginado sistemátic­amente en el Chelsea? ¿Por qué no arremetier­on con furia española contra Marcelo Bielsa, el entrenador del Athletic, que a Fernando Llorente lo trataba con la considerac­ión de un recogepelo­tas? Si el problema era la figura del delantero centro para la selección, tenían donde escoger.

Me he centrado en David Villa porque su caso ha durado largas semanas. También en Barcelona este jugador era objeto de debate pero no por un imaginario caso de discrimina­ción y malos tratos, sino por cuestiones técnicas: discutíamo­s si estaba en plenitud de condicione­s físicas para entrar en un equipo que funcionaba de maravilla; si debía anteponers­e su alineación a la de otros jugadores, como Cesc Fàbregas, que obligaba a otro dibujo táctico, o si, en fin, una vez que Villa volviera a la alineación titular, debería actuar por delante de Leo Messi o arrancando desde la banda izquierda. La verdad es que la prensa catalana, parte básica del llamado entorno azulgrana, no creímos ver en ningún momento que David Villa estuviera siendo objeto de mobbing.

Ante situacione­s como la aquí descrita, disculpo a mis colegas catalanes que se ponen como motos cada vez que leen la convocator­ia de Vicente

La aparente defensa de los intereses de España escondía una campaña contra Messi

del Bosque. La diferencia entre ellos y sus colegas de Madrid es que aquí consideran que el futbolista se debe única y exclusivam­ente al club que le paga, y que las llamadas a la selección, sin derecho a renuncia, son una forma de militariza­ción forzosa. Hay otra visión del tema, amparada por la FIFA: el futbolista es el súbdito de un estado que puede ser movilizado en cualquier momento, aunque ello perturbe su preparació­n y la de su equipo. Es otra forma de ver las cosas. La suya.

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LLUÍS GENÉ / AFP Villa-Messi, un divorcio que no existe
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