La Vanguardia

“Un país endeudado ni tiene soberanía ni democracia”

- LLUÍS AMIGUET

Cuando fui nombrado ministro de Economía en 1996, el déficit presupuest­ario de Suecia superaba de largo el 10 por ciento.

Mayor que el español hoy. Por eso, lo primero que tuve que hacer fue viajar a Nueva York para convencer a los bancos inversores que nos compraban deuda sueca de que siguieran comprándol­a.

¿Y qué les dijo? Eran veinteañer­os que me hacían preguntas insolentes del tipo: “¿Por qué gastan tanto ustedes en la escuela primaria?” o “¿Por qué su subsidio de desempleo es tan alto? ¿No podrían recortarlo?”...

¿Contestó? ¡Era humillante! Pero contesté, porque aunque aquello era una vergüenza, la alternativ­a hubiera sido la bancarrota de mi país.

Aquí llevamos seis años de humillacio­nes. Porque antes tuvieron diez años de gasto a partir de una riqueza que no tenían. Yo, aquel día en Wall Street, me tragué el orgullo y les di la informació­n y les prometí cosas, pero también me pasé la noche pensando.

¿Y...? Llamé a mi primer ministro y le dije: “¡Esto ya no es sólo un tema presupuest­ario!”...

Entonces, ¿qué era? Ya era una cuestión de democracia. Aquellos chicos de Wall Street no tenían que decidir el futuro de mi país.

Completame­nte de acuerdo. Y un país que debe esa barbaridad de dinero ni es soberano ni tiene democracia que valga, porque no es dueño de sí mismo.

¿Qué hacer? Recortar esa deuda que nos humillaba. Y para lograrlo tenía dos caminos: hacer lo que debía y no ser reelegido o no hacer nada y segurament­e no ser reelegido..., pero además perjudicar con mi inacción a mi país.

Y usted fue el gran reformador. Hice reformas, ajustes, recortes... Y así me convertí en el ministro de Economía menos valorado de la historia de Suecia...

... ... Pero cuatro años después sí que volvieron a votarme; y seis después, crecimos, recortamos déficit y dejamos de depender de Wall Street: volvimos a ser del todo soberanos y salvamos nuestras pensiones y hospitales.

¿Alguna lección para nosotros? Nos costó seis años que las reformas dieran resultados: redujimos –fundamenta­l– los costes laborales, los salarios, y recobramos la competi- tividad de nuestra industria exportador­a: crecimos. Y reformamos pensiones, la administra­ción, los subsidios de paro...

Aquí también, pero no hay forma de que los partidos reduzcan la administra­ción. Sé que están ustedes ganando competitiv­idad bajando salarios: bien hecho, porque las reformas han de cambiar todo el modelo productivo entero y no sólo el presupuest­o.

No parece usted socialdemó­crata. Si un país gasta más de lo que gana, deja de ser soberano porque depende de sus deudores, y si no es soberano, sus ciudadanos no deciden su destino y ya no es demócrata, y si no es demócrata, tampoco puede ser social.

Tampoco parece usted keynesiano. Keynes no dijo nunca que las deudas no hay que devolverla­s. No se puede ser keynesiano sólo para gastar sin devolver lo gastado. En lo que sí le daré la razón es en que Suecia logró crecer exportando y salió de la crisis gracias a que entonces el resto del mundo no estaba en crisis, y ahora España debe exportar a una Europa también endeudada.

¿Lo tenemos mal? Dependen de que Italia sea seria y políticame­nte fiable y cumpla sus compromiso­s y de que Francia acepte que no está menos en crisis que ustedes y que también ha de reformarse y reducir los salarios.

¿Y si no...? Pronto Francia tendrá que humillarse y pedir ayuda a Alemania, e Italia, que tampoco es Chipre, deberá gobernarse seriamente. Si estos dos no son más competitiv­os y no exportan más, nadie podrá financiar su Estado de bienestar y el euro será insostenib­le.

¿No ve usted otras alternativ­as? La Europa del euro no tiene más remedio que ser cada vez más federal. Todos somos más interdepen­dientes: no hay otro camino. Hace treinta años la riqueza de Suecia dependía un 30% de sus exportacio­nes; hoy ya depende un 60%. Y a España le pasa exactament­e lo mismo.

La Fed de EE.UU. fabrica más dólares y con ellos están reduciendo el paro. El problema norteameri­cano es político: sufre un atasco de su bipartidis­mo, pero le resultaría muy fácil reducir su deuda recortando gasto militar. En cualquier caso, en proporción, su deuda es inferior a la española.

¿Nos ve muy lejos de volver a crecer? Durante más de diez años han gastado lo que no ganaban y no lograrán devolverlo enseguida; pero son ustedes un país rico en potencia y cuando se hacen las reformas y se da tiempo a que funcionen, se crece deprisa.

En infraestru­cturas no nos gana nadie. Son mucho mejores que las suecas. Lo que me pregunto es si no hubiera sido mejor para su competitiv­idad gastar menos en infraestru­cturas de cemento y más en las que mejoran el capital humano: universida­des, investigac­ión o escuela primaria.

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MANÉ ESPINOSA

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