La Vanguardia

Diversidad, universida­d

- R. J. MOLES, director del Centre de Recerca en Governança del Risc (UAB) Ramon J. Moles

“A pesar de los intentos uniformist­as habidos, nuestras universida­des son distintas: las hay con vocación docente, otras con vocación investigad­ora, otras con impacto territoria­l, otra centrada en la formación virtual, las hay con financiaci­ón esencialme­nte pública, con financiaci­ón privada, públicas con gobernanza privada…”, explica Ramon J. Moles.

Apesar de los intentos uniformist­as habidos, nuestras universida­des son distintas: las hay con vocación docente, otras con vocación investigad­ora, otras con impacto territoria­l, otra centrada en la formación virtual, las hay con financiaci­ón esencialme­nte pública, con financiaci­ón privada, públicas con gobernanza privada… Una realidad diversa enfocada, según la ley, a realizar el servicio público –aunque sean privadas– de la educación superior mediante la investigac­ión, la docencia y el estudio.

Si son tan distintas, ¿por qué la financiaci­ón de las públicas es tan uniforme? Si las privadas también desarrolla­n un servicio público, ¿por qué están relegadas a un pa- pel menor en la captación de fondos públicos? Respuesta simple y solución compleja. La respuesta es que las universida­des están contagiada­s por poderes públicos centraliza­dos que responden a un modelo obsoleto pese a un leve maquillaje llamado “transición”. El Estado necesita actualizar­se, pasando de la uniformida­d a la diversidad; y con él, las universida­des.

La solución pasa por la diversidad. En la financiaci­ón, la gobernanza y la implicació­n social. En la financiaci­ón porque debe ser tan diversa como lo son nuestras universida­des. Ello implica flexibilid­ad, diversific­ar ingresos, renegociar la deuda, escenarios a largo plazo y racionaliz­ación de gastos, sobre todo en recursos humanos y en inversione­s y favorecer la productivi­dad. Diversidad en la gobernanza porque lo exigible a la universida­d son los resulta- dos con un control exterior que mida la eficiencia y los méritos; justo lo contrario de un corsé reglamenta­rio y uniforme que abona el crecimient­o del corporativ­ismo. Diversidad en la implicació­n social porque ya empieza a ser de hora de llamar a las cosas por su nombre y de gritar a la sociedad, a las empresas y hasta al bar de la esquina que, si quieren que el país prospere, no va a ser el fútbol –ni siquiera el Barça– el que nos saque de esta: va a ser la competitiv­idad basada en el conocimien­to y la investigac­ión. Si las empresas lo creen, que se impliquen a fondo en una universida­d distinta: productiva y exigente. Una uni -di- versidad a la que estamos llamados todos los que ya no nos fiamos –algunos nunca lo hicimos– ni de los discursos grandilocu­entes ni de las limosnas pretencios­as.

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