La Vanguardia

Solo en la isla

La estrella de Öcalan no se apaga pese a llevar 14 años preso

- FÉLIX FLORES

Durante años ha sido el único prisionero en la isla de Imrali, en el pequeño archipiéla­go de Mármara, frente a la costa de Estambul, en cuya isla grande se refugió Trotski en 1929 huyendo de Stalin. Abdullah Öcalan cumple allí cadena perpetua.

A diferencia de otro notorio líder guerriller­o preso en régimen de aislamient­o, el peruano Abimael Guzmán (encarcelad­o en la base naval del Callao desde 1992), Abdullah Öcalan ha mantenido en catorce años de reclusión su estrella y su influencia sobre el PKK y el movimiento político derivado de la organizaci­ón armada (terrorista, según el criterio de EE.UU. y la UE). Tanto es así que con su palabra detuvo in extremis, en noviembre del 2012, una larga huelga de hambre de cientos de presos kurdos, que entre otras cosas pedían que se le levantara el confinamie­nto.

Al menos oficialmen­te, y también según el PKK, Öcalan vive en una celda de trece metros cuadrados, no recibe periódicos y sólo puede escuchar una emisora de radio. Las únicas

En el 2012 detuvo una huelga de hambre de cientos de presos que pedían para su líder el fin del aislamient­o

visitas que recibe son las de su abogado y su hermano Mehmet, quienes ofician de mensajeros. Sin embargo, parece obvio que sus condicione­s de reclusión no son tan atroces. Mantenerlo en cierta medida en contacto con el mundo exterior y permitirle conservar su influencia en el movimiento kurdo era importante para el Estado turco si en algún momento estaba dispuesto a negociar, como así ha sido.

Aunque nuevos jefes –y facciones– se hicieron cargo del mando del PKK tras su detención en 1999 (en Kenia, en una operación participad­a por la CIA), él sigue presidiénd­olo desde su fundación en 1978. La suya es una biografía típica de líder guerriller­o de una época: hijo de una familia humilde, nace en 1949 en un pueblo de la provincia de Sanliurfa; estudia, llega a la Universida­d de Ankara, se licencia en Ciencias Políticas, entra en la Administra­ción, le crece la conciencia..., y en 1984 lanza la lucha armada.

En el 2005, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos determinó que el juicio a Öcalan, en 1999, no fue justo. En el 2002, en un gesto que se interpretó como un deseo de Turquía de quedar bien ante Europa, se le conmutó la pena de muerte. Posiblemen­te ha resultado más útil así. Al parecer, ahora dispone de un televisor, por orden del primer ministro Erdogan.

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ABDURRAHMA­N ANTAKYALI / AP Abdullah Öcalan, en 1999

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