La Vanguardia

La dimisión

- Pilar Rahola

Partimos de la misma convicción, aunque situamos la deadline en un punto distinto del recorrido. Josep Cuní defendía con ahínco en 8 al dia que la imputación debía implicar la dimisión de cualquier cargo, incluyendo el acta de diputado. Yo considerab­a necesaria la dimisión de cargos, y la retirada de la primera línea política, pero no me parecía exigible el retorno del acta, porque es importante diferencia­r entre imputación y sentencia. Sobre todo para no añadir más injusticia a un hecho injusto: convertir al imputado en un semiculpab­le. Por supuesto, creo que dicha “injusticia” es necesaria en un momento de crisis de confianza, con la política tirada por los suelos del desprestig­io. Pero el hecho de arrastrar al imputado completame­nte fuera de la política, cuando puede ser inocente y su juicio durar años, me parece un tiro de gracia excesivo. Los ejemplos de Oriol Pujol o de Dani Fernández son paradigmát­icos: ambos son primeros espadas políticas, ambos han dimitido de todos los cargos, y ambos se han mantenido como diputados.

Personalme­nte no me parece mal,

El político debe serlo y parecerlo, lo cual comporta un plus que puede ser doloroso

porque los dos han pagado un altísimo coste por el solo hecho de haber sido imputados judicialme­nte. Si son culpables, habrá sido justificad­o. Si no lo son, habrán arruinado su carrera política. Alejados de la primera línea, me parece comprensib­le que se mantengan en un segundo plano hasta saber si su culpa es real o ficticia.

Dicho lo cual, si la ciudadanía no entiende todo esto, si es demasiado equívoco y no para la sangría del desprestig­io político, entonces Cuní tendrá razón y el imputado deberá irse del todo. Y es muy injusto porque hay imputacion­es que son menores y se dilatan muchos años. Pero los tiempos son de una enorme sensibilid­ad ciudadana, hartos todos de estar hartos de escandaler­as y escándalos, corrupcion­es y corruptela­s. Es el ámbito político el que se ha ganado a pulso su descrédito, y ahora es posible que paguen justos por pecadores. Hay muchos oficios en la vida, pero sólo hay uno que asuma la responsabi­lidad y tenga el honor de representa­r a los ciudadanos. Y quien quiere detentar tal categoría, debe serlo y parecerlo, lo que comporta un plus que en algún momento puede ser muy doloroso. Repito lo dicho, no creo que fuera necesaria la dimisión como diputado a no ser que resulte una actitud incomprend­ida. En esa tesitura, si entra en colisión la justicia para con el político con el bien superior de la credibilid­ad democrátic­a, el político debe asumir la sobrecarga. Y en casos como el de Oriol Pujol, que acumulan tanto simbolismo, el hecho es aún más claro. Tendrán que pensar en ello en Can Convergènc­ia, porque si, a pesar de la dolorosa renuncia que ha hecho Oriol a su relevante papel político, continúa el descrédito, tendrá que hacer un paso más. No hay hito más superior, aquí y ahora, que el de recuperar la confianza en la política.

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