Stop deshumanización
Por la boca muere el Hermann Tertsch. Sobre todo si, a falta de Wyoming, a este cansino tertuliano eternamente cabreado y con tendencia a tildar de “caudillos autonombrados” a todos los que le lleven la contraria o le saquen los colores, le ponen enfrente a una persona tan cargada de razones políticas, sociales, jurídicas y humanitarias como Ada Colau, la ardorosa portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca.
El pasado sábado por la noche, a eso de las tantas, Jordi González volvió a enfrentar a tan irreconciliable pareja en el tramo final de El Gran Debate de Telecinco a propósito de la reciente sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea contra la ley española sobre los desahucios. El encontronazo resultó todo lo memorable que cabía esperar, con un Tertsch empeñado en desautorizar al precio que fuera a la tan efectiva como brillante activista. Colau, que también hizo recular a un Carlos Cuesta y a una Carmen Tomás más cabizbajos y moderados que de costumbre, fue desmontando punto por punto el airado argumentario del resentido periodista, dejando claro en todo momento que las mentiras mil veces repetidas, el atrincheramiento ideológico y la desinformación sistemática no son de recibo ante tanto y tan evidente sufrimiento ciudadano.
Y es que si algo se les puede reprochar a todos los que, como Tertsch y tantos otros opinadores de similar pelaje, siguen negando sistemáticamente la mayor una vez conocida la magnitud de la tragedia, no es ya su reaccionario posicionamiento político (tan legítimo como preocupante frente a determinadas situaciones de emergencia), sino su cinismo sin fronteras, su chulería de salón y, muy especialmente, su absoluta falta de humanidad a la hora de abordar según qué asuntos. Tertulianos, como políticos, los hay de toda suerte y condición: malos o buenos, mediopensionistas o a tiempo completo, vociferantes o templados, amigos del diálogo o abonados al moro-cristianismo transversal, tendentes a la todología aplicada o auténticos expertos en lo suyo (que suele ser lo nuestro). En cualquier caso, lo que uno echa cada vez más en falta en la mayor parte de esas tertulias televisivas a calzón quitado que proliferan como hongos en estos tiempos de crisis, zozobra mediática y programación low cost, es un enfoque bastante más humano, solidario y realista de todos esos problemas que, lo queramos o no, acabarán afectándonos a (casi) todos por igual.