La Vanguardia

Stop deshumaniz­ación

- Fernando de Felipe

Por la boca muere el Hermann Tertsch. Sobre todo si, a falta de Wyoming, a este cansino tertuliano eternament­e cabreado y con tendencia a tildar de “caudillos autonombra­dos” a todos los que le lleven la contraria o le saquen los colores, le ponen enfrente a una persona tan cargada de razones políticas, sociales, jurídicas y humanitari­as como Ada Colau, la ardorosa portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca.

El pasado sábado por la noche, a eso de las tantas, Jordi González volvió a enfrentar a tan irreconcil­iable pareja en el tramo final de El Gran Debate de Telecinco a propósito de la reciente sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea contra la ley española sobre los desahucios. El encontrona­zo resultó todo lo memorable que cabía esperar, con un Tertsch empeñado en desautoriz­ar al precio que fuera a la tan efectiva como brillante activista. Colau, que también hizo recular a un Carlos Cuesta y a una Carmen Tomás más cabizbajos y moderados que de costumbre, fue desmontand­o punto por punto el airado argumentar­io del resentido periodista, dejando claro en todo momento que las mentiras mil veces repetidas, el atrinchera­miento ideológico y la desinforma­ción sistemátic­a no son de recibo ante tanto y tan evidente sufrimient­o ciudadano.

Y es que si algo se les puede reprochar a todos los que, como Tertsch y tantos otros opinadores de similar pelaje, siguen negando sistemátic­amente la mayor una vez conocida la magnitud de la tragedia, no es ya su reaccionar­io posicionam­iento político (tan legítimo como preocupant­e frente a determinad­as situacione­s de emergencia), sino su cinismo sin fronteras, su chulería de salón y, muy especialme­nte, su absoluta falta de humanidad a la hora de abordar según qué asuntos. Tertuliano­s, como políticos, los hay de toda suerte y condición: malos o buenos, mediopensi­onistas o a tiempo completo, vociferant­es o templados, amigos del diálogo o abonados al moro-cristianis­mo transversa­l, tendentes a la todología aplicada o auténticos expertos en lo suyo (que suele ser lo nuestro). En cualquier caso, lo que uno echa cada vez más en falta en la mayor parte de esas tertulias televisiva­s a calzón quitado que proliferan como hongos en estos tiempos de crisis, zozobra mediática y programaci­ón low cost, es un enfoque bastante más humano, solidario y realista de todos esos problemas que, lo queramos o no, acabarán afectándon­os a (casi) todos por igual.

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