Trabajo e ilusión
Hubo tiempos –comienzos del siglo XX– en que cuartetos y tríos eran ejercicio de juventud. Toldrà por ejemplo con el Quartet Renaixement, y Casals en trío consagrado luego con Thibaud y Cortot. Y la segunda mitad del siglo nos trajo grandes cuartetos de larga duración, cuyos ecos se van apagando ahora. Las sociedades del Norte tienen mayor afinidad a la música de cámara por su tradición luterana, aunque en nuestras tierras ésta tuvo buena presencia en autores e intérpretes, e incluso hasta la Guerra en la propia sociedad; referencia, la Societat de Música da Camera.
Hoy por hoy, tenemos en Catalunya sólo un par de grupos, un cuarteto y un par de tríos con piano, exportables. Consagrado el Quartet Casals, nuestros jóvenes vuelven a mirarse entre sí. Y en nuestras escuelas superiores llama la atención el buen trabajo y entusiasmo de muchos en formación que, al regresar, emigran, carentes aquí de una apuesta por la excelencia, y de cátedras adecuadas. El espacio del cuarteto es el ambiente íntimo; el trabajo interior y sistemático; abonar técnica y sensibilidad que trasciende lo individual para integrarse con otras voluntades, en una sola palabra múltiple pero homogénea. Y sobre todo, en un trabajo que exige orientación y dirección crítica y constante. No obstante, el panorama en estos días es ilusionante, y el público comienza a responder y apoyar a estos jóvenes. Hay un futuro abierto, son necesarios espacios alternativos, adecuados, y asumir críticamente el reto del trabajo en profundidad; es lo único que compensa la ilusión.