Las palmas
El próximo domingo es domingo de Ramos y en la rambla Catalunya, entre Diputació y Aragó, han instalado los puestos para vender palmas y palmones. El martes por la tarde acaban de montar las barracas. En una, el techo es de policarbonato y sobresale un palmo de la pared. En la otra, el mostrador está tapado con un plástico. La tercera está formada por unas paredes de conglomerado con un refuerzo metálico. Entre puesto y puesto hay unas estanterías para apoyar los palmones. El miércoles colocan allí los palmones y las palmas, ramas de olivo y de laurel, y la modesta arquitectura de mecanotubo queda cubierta por una vegetación de fantasía, hecha de varas, estrellas, trenzas y colgantes de cogollo de palmera. Qué cuidado ponen los feriantes a repasar de un año para otro su poblado. Sin palmas que las tapen, las paredes de las barracas lucen recién pintadas con el verde rutilante de la pintura plástica.
Un poco más arriba, están las terrazas de los bares, los restaurantes y los hoteles. También son barracas, pero barracas con pretensiones, de una monotonía apabullante. Por todas partes las mismas sillas y mesas, las mismas estufas de terraza, las alacenas para servir los platos, con los camareros vestidos con los mismos chalecos, cargando la bandeja y cruzando a la brava los carriles de la rambla Catalunya.
Si no subo o bajo una vez al día de la plaza Catalunya a la Diagonal o de la Diagonal a la plaza Catalunya, no estoy contento. Pero cada vez es menos estimulante. Esta mañana me he pasado un buen rato frente al gran agujero que hasta hace pocas semanas era la librería Jaimes. La han trasladado a la calle València 318, entre Bruc y Roger de Llúria. Justo al lado, en el paseo de Gràcia 62 hay otra librería. Pero en la vitrina de la librería Jaimes tenían li-
En el escaparate de la librería Jaimes tenían libros que no veías en ningún otro sitio
bros que no encontrabas en ningún otro sitio. ¿Qué piensan poner? ¿Una franquicia de una marca de relojes? ¿Una tienda de jamón?
Qué bonitos son estos puestos de palmas y qué suerte hemos tenido con la crisis. Tal como iban las cosas, las habrían retirado, habrían organizado un concurso público para decidir el diseño de las barracas de las palmas, los puestos de la Fira de Santa Llúcia y los chiringuitos de las castañeras, y habrían concedido el premio, a dedo, para demostrar que somos los más modernos y molones del mundo. En su libro Combat d’incerteses Oriol Bohigas explica que a finales de los ochenta convenció al Ayuntamiento para convertir la rambla Catalunya en un espacio modélico en el que poner en práctica de manera experimental las transformaciones que debían aplicarse en toda Barcelona. ¿Toda Barcelona? ¡No! Queda la feria de Setmana Santa de la rambla Catalunya, rodeada de las guarniciones de Aquarium, Babourum, Laudanum y Petitbonum. Que sea por muchos años.