Quo vadis, PSOE?
La monarquía tropieza con un problema imprevisto: el alma republicana del Partido Socialista Obrero Español. Digo imprevisto, porque el PSOE aceptó el pacto constitucional de 1978 y aceptó la forma monárquica del Estado sin reticencias visibles. Con la monarquía ganó por primera vez elecciones en España. Durante veinte años (más de la mitad de los que llevamos de democracia), los socialistas ocuparon los gobiernos de Su Majestad y gobernaron miles de municipios y en algún momento todas las comunidades autónomas. Los dos presidentes del PSOE y los altos cargos de sus gabinetes se sintieron cómodos con el Rey y en sus declaraciones actuales destacan su impecable comportamiento y estricto sometimiento a las reglas de una monarquía constitucional. Y ahora, en el delicado momento de cambio de titular de la Corona, algunos de sus barones territoriales rompen la baraja de los acuerdos históricos y se ponen a la altura de los indignados con su petición de algo por el momento ilegal: un referéndum para saber si el pueblo español acepta la monarquía en la persona del sucesor.
Toda reclamación hecha desde la moderación y la ausencia de violencia merece un respeto. El supuesto derecho a votar a un rey, también; pero con un pequeño matiz que señaló ayer el fiscal general del Estado: “Lo que no está en la Constitución no existe”. Y añade este cronista: un partido con vocación y posibilidades de gobierno no debiera pedir algo que no existe en la realidad legal. Si alguno de sus dirigentes quiere salirse del marco constitucional o se siente irresistiblemente atraído por el discurso de las nuevas fuerzas progresistas, es libre de hacerlo y tiene todo el derecho, pero tiene también
El PSOE perderá su crédito si nos hace pensar que Pérez Rubalcaba es el único garante del proceso constituyente
un sitio reservado, y quizá preferente, en las filas de Podemos, de Izquierda Unida, de Esquerra o de Amaiur.
Escribo esto con cierta acritud, porque me apena toda ruptura de pacto, y mucho más si es el constitucional; porque abre una nueva brecha en un partido que políticamente necesitamos más que el comer y lo necesitamos unido porque es el único que puede frenar la borrachera de poder que en este momento tiene la derecha gobernante, crecida ante el monopolio de soluciones; y, sobre todo, porque aporta una inquietante dosis de incertidumbre sobre el presente y el futuro de este país.
Me explico: el PSOE perderá gran parte de su crédito si nos hace pensar que una sola persona, Pérez Rubalcaba, es la única que mantiene los compromisos del proceso constituyente. Mal andamos y mal andaremos en el futuro, si la estabilidad del sistema político depende de la nostalgia monárquica o republicana de un dirigente que una mañana se decide a identificar progresismo con república. Y dudoso porvenir tenemos si el país está condenado a vivir con la incógnita de que cualquier día un partido importante entienda que ha llegado el momento de cambiar de régimen, simplemente porque lo manda la tradición.