La Vanguardia

Se acabó hacer el burro

- Quim Monzó

Cada mañana que voy a desayunar a Can Vilaró paso por delante de un edificio que me gusta mucho. Será de los años sesenta, calculo. Tiene planta baja y un piso pero, como seguro que llega hasta el interior de la manzana, el espacio debe de ser grandioso. Es el lugar ideal para montar el estudio donde escribo cada día. Ahora estoy en una especie de oficina, en un entresuelo, y como cada vez hay más libros, pronto ya no tendré ni un palmo de terreno libre. Hace tiempo oí decir que el periodista Josep Maria Cadena tenía tantos libros que había tenido que montarles un piso, igual que, décadas atrás, había quien le montaba un piso a la querida (en la calle Aribau si era a principios del siglo pasado).

La puerta de ese edificio está tapiada, pero tirar una tapia de esas, de ladrillos sencillos, es cosa fácil. Pondré una puerta, lo limpiaré todo, colocaré un par de mesas, estantería­s en todas las paredes, y cogeré la electricid­ad de uno de los dos edificios de al lado. También pondré un sofá, bien ancho, para echar la siesta o para pensar. En posición horizontal se piensa mejor. Yo creía que era una tontería mía, pero un día se lo comenté a Jordi Graupera y me dijo que él también piensa mejor tumbado que de pie o sentado en una silla. Tendré que decidir si el estudio lo monto en el piso de arriba o en la planta baja. Quizás debería mon-

Pondré una puerta, lo limpiaré todo, colocaré un par de mesas, estantería­s en todas las paredes...

tarlo en el piso de arriba. Así, en la planta baja podré organizar fiestas cada fin de semana, previa colocación de unas cuantas banderas okupas en la fachada y alguna pancarta antisistem­a. Si tengo tiempo llenaré la fachada de grafitis impactante­s, con imágenes de encapuchad­os sublevándo­se con piedras en la mano, a punto de lanzarlas, y frases como “¡Poder popular!” o “La lucha nos da lo que el poder nos quita”. Un “Kaos” también quedará bien. La palabra “kaos” (sobre todo escrita con k) acojona mucho a los burgueses. Las fiestas de los fines de semana serán de lo más. Música a toda pastilla hasta que salga el sol, pago para entrar y bebidas para todo el mundo (también previo pago, claro está). No pondré lavabo. He visto que una de las gracias de estos montajes es que la gente salga a la calle a mear, a cagar y a vomitar.

De forma que tendré mucho más espacio del que ahora tengo, no pagaré ni IBI ni luz ni agua ni recogida de basura ni administra­dor de la escalera ni todo el resto de facturas con las que nos oprime el capitalism­o. Y si a alguien se le ocurre venir a tocarme los huevos con la intención de desalojarm­e, saldré a la calle y me dedicaré a pedir la solidarida­d de los vecinos del barrio, a romper los cristales de las tiendas, y a quemar contenedor­es, coches y alguna furgoneta de una cadena de tele. De esa manera, Xavier Trias, Joaquim Forn y el resto de gerifaltes del Ayuntamien­to verán que conmigo no tienen nada que hacer, me ofrecerán diálogo y me dejarán estar ahí por el morro. ¡Viva la revolución!

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