Monarquía, república…
Aestas alturas parece claro que las prisas por abdicar vienen de la coyuntura parlamentaria, inversa a la medalla del amor en cuestiones de monarquía: desde luego, hoy son más que mañana los que quieren la sucesión. El mapa político español está a punto de sufrir un estallido cósmico que devorará la cómoda dualidad de los dos grandes valedores del statu quo surgido de la transición, el PP y el PSOE, y el resultado será una suma de restos imprevisible. En cualquier caso, se sabe que las Cortes reventarán el bipartidismo, que aumentarán las izquierdas alternativas y que por el flanco derecho se engordarán los respondones. Aunque en este caso, el sistema puede estar tranquilo: no hay nada más decimonónico y reaccionario que los dos que se pelean por el pastel de la derecha, tanto monta una Díez como un Rivera. En cualquier caso, algo debía parecer evidente a los que estudiaron el calendario de la abdicación: hoy el nuevo rey surgirá de las Cortes con una inequívoca mayoría absoluta; mañana, esa posibilidad era improbable.
Pero esta evidencia conlleva otra conclusión altamente radiactiva: los dos que se lo guisan y se lo comen solos, y que hasta ahora dominaban el panorama por todos los costados, a ex-
Los catalanes lo miramos de lejos, y a la dualidad monarquía o república respondemos Catalunya
cepción de las roturas catalanas y vascas, están en franca decadencia. Ergo, el sistema que legitimará la sucesión es un sistema enfermo. Y si está enfermo, ¿es sólido? Porque a pesar de que es obvio –y lógico– que la Corona juegue sus cartas para perpetuarse, también lo es que la correlación de fuerzas está moviéndose a la par que la percepción ciudadana, y que este nuevo rey surgirá de un sistema que ya es viejo y probablemente caduco. Puede que la votación del 18 de junio sea rotunda, pero también virtual, porque el mapa real es definitivamente otro.
En estas, los catalanes nos miramos la cuestión de lejos, no en vano, a la dualidad monarquía o república española, respondemos Catalunya. Por supuesto, en la voluntad de hacer bien las cosas, la Corona puede ser un obstáculo férreo o un espacio de diálogo para desencallar el 9-N, pero su supervivencia no es nuestra cuita. En este sentido, me parecen acertadas tanto la decisión de ERC de votar en contra, atendiendo a su inequívoca vocación republicana, como la de CIU de abstenerse, porque no va con ellos. Catalunya ha iniciado un proceso que recorre su espina dorsal y que, hoy por hoy, tiene un respaldo masivo, y cualquier solución al “problema catalán” pasa porque los catalanes voten. Esa realidad con toda su problemática, pero también toda su carga ética, la hereda intacta el nuevo rey. Y aquí no valdrán viejas componendas del bipartidismo clásico, por mucho que aprieten los dientes y estiren su agonía, porque si el Rey ha abdicado, el bipartidismo está a punto de jubilarse. Y entre unos y otros, lo único que no abdica es la voluntad de decidir de los catalanes.