El directivo del año
Nos hemos acostumbrado a ver a directivos de grandes empresas repartirse los honores de directivo del año, título concedido periódicamente por diferentes medios de comunicación. Dichos nombramientos ya venían provocando, en ocasiones, cierta disonancia cognitiva porque no siempre ni sus clientes, ni sus empleados, ni la sociedad en general tenían visiones tan idealizadas de dichos gestores de empresa.
En cualquier caso, hay que reconocer que, siguiendo los cánones de la teoría económica sí parecían, en principio, merecer tal distinción. Siguiendo las premisas de Milton Friedman, la maximización del beneficio debería de ser la única responsabi- lidad del gran directivo. Y, así, tales nombramientos han venido asociados a considerables incrementos de la cifra de beneficios. Pero sorprende que se olviden otras premisas de la teoría económica en la que se observa que los beneficios son obtenidos de forma poco meritoria, en entornos de oligopolio, a los cuales parecemos estar perennemente abonados.
Hoy las disonancias cognitivas se están disparando gracias a la contribución de las redes sociales. Hemos visto cómo la reputación de ciertas empresas ha sufrido rápidos deterioros al conocerse mala praxis en sus cadenas de suministro. Peor aún los casos en los que dichas empresas se vanagloriaban de sus programas de responsabilidad social corporativa. La reputación de los medios de comunicación puede salir gravemente afectada cuando parte de la población genera una reacción viral frente a una noticia, o un nombramiento, considerados injustos o poco adecuados.
Es hora de proponer nuevas premisas, más cercanas a la realidad y a los valores de los ciudadanos, con las que elegir al directivo del año. No bastará con la simple capacidad de generar beneficios. El que crea valor destruyendo valor quedará con alta probabilidad retratado en las redes sociales. Se le acaban las oportunidades al directivo que muestra pingües beneficios pero, al tiempo, trata como rehenes a parte de sus segmentos de clientes; destruye puestos de trabajo; perjudica el entorno y provoca cualquier tipo de externalidad que acaba pagando el resto de la sociedad. Harán bien los medios en tomar nota y empezar a seleccionar con más sensibilidad social a sus directivos del año.