La Vanguardia

Más poder inteligent­e

- Lluís Foix

Hace unos años empezó a circular la idea de que el poder blando era tanto o más eficaz que el poder duro. La guerra fría había terminado y el despliegue de ejércitos en territorio­s lejanos se presentaba como una aventura inútil. El triste final de las guerras en Afganistán e Iraq ha demostrado cómo la fuerza únicamente es insuficien­te para resolver los conflictos en la era de la globalidad.

Se atribuye a Stalin, un cinéfilo empedernid­o, el haber comentado que con el control de Hollywood le habría sido muy fácil dominar el mundo. El cine norteameri­cano ha sido la gran plataforma blanda para vender la imagen amable de Estados Unidos.

El autor académico del concepto del poder blando es el profesor Joseph Nye, de la Universida­d de Princeton, que la elaboró con más precisión diciendo que lo que se necesita hoy es el poder inteligent­e, una combinació­n del poder duro y el blando. La noción se la apropiaron los estrategas de la administra­ción Clinton y la ha recuperado el propio Obama y sus colaborado­res más cercanos después de los dos

El Govern proyecta la idea del portazo sin calcular las consecuenc­ias de una acción unilateral

mandatos de George W. Bush, dominados por la fuerza, tras los atentados del 11 de septiembre del 2001.

No estoy seguro de que el mundo ande sobrado de poder inteligent­e. El mapa político que ha salido de las elecciones europeas no parece muy coherente con los principios que inspiraron y que justifican la Unión Europea. Pero los ciudadanos votan lo que les parece y dibujan escenarios políticos inesperado­s. Los hechos se desarrolla­n con rapidez y sin anotacione­s previas. Nadie sospechaba que en una semana se produciría la abdicación del Rey y la aprobación de una ley para proclamar su sucesor el 18 de junio.

La suerte del nuevo monarca dependerá de la inteligenc­ia política, de los gestos, palabras y movimiento­s que ejecute desde el minuto cero de su reinado. La encuesta más reciente, elaborada con anteriorid­ad, indica que sólo un 0,2% de españoles están preocupado­s por la monarquía. El resultado sería probableme­nte distinto si el trabajo de campo se hiciera ahora.

El futuro rey tiene una gran experienci­a. Pero no basta. Tendrá que usar mucho talento para encontrar soluciones a la cuestión catalana, saber actuar como árbitro sabiendo que no tiene el poder y demostrar que es el rey de todos. Respecto a Catalunya, el president Mas ya le ha deseado suerte pero que él irá a lo suyo, a la consulta, que se hará aunque ni el propio Mas nos diga qué ocurrirá si el Gobierno Rajoy la prohíbe.

Tanto en la intervenci­ón tras la muerte de Adolfo Suárez como en sus declaracio­nes después de la abdicación, Mas proyecta la idea de que sólo hay un tema que le interese de forma obsesiva. La realidad es más variada. Sugiero más poder inteligent­e y un poco más de cortesía. El Govern exhibe la musculatur­a del portazo sin calcular las consecuenc­ias.

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