La Vanguardia

Ambiente intenso en la calle Ferran

- L LUÍS PERMANYER IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA

Es festivo y día renombrado: Viernes Santo de 1910. Qué animación reina en la calle Ferran. Y admira lo encopetado­s que van los ciudadanos, y no digamos las señoras, que van muy puestas. La jornada lo exige.

Amén del Viernes Santo, otros días señalados eran el de Corpus o la Mercè; las vísperas de Navidad y Reyes también lo eran, aunque con otro estilo y ambiente.

La inauguraci­ón de esta calle desbancó la primacía que hasta entonces había ostentado la calle Escudeller­s. Ferran puede ser considerad­a como la primera vía urbana resultado de una transforma­ción urbanístic­a. Se terminó de construir en 1846, luego de doblegar no poca resistenci­a.

La línea recta respondía a exigencias estratégic­as de signo militar, que ya habían señalado los franceses durante su ocupación. La arquitectu­ra de las casas puestas en pie evidenció la voluntad de favorecer el comercio; en cierto modo, fue la primera calle en la que se dio prioridad al lucimiento de los escaparate­s, una moda que la burguesía acababa de imponer en ciertos puntos de París, verbigraci­a en los pasajes.

Calle corta y no muy ancha, factores que favorecier­on de inmediato su intensidad. Y esa intensidad la aportaron los ciudadanos en su lento caminar, no tanto como el de los parisiense­s en los pasajes, que se exhibían acompañado­s de tortugas.

Entre los peatones y la circulació­n de carruajes, a menudo se organizaba­n atascos de mucha considerac­ión, lo que obligaba a la intervenci­ón de los guardias.

Ni que decir tiene que en muy pocos años se instalaron allí, en la planta baja, por supuesto, pero también en pisos, los establecim­ientos más renombrado­s del momento bajo el signo de la variedad. Con el fin de proteger del sol lo expuesto en los escaparate­s, llama la atención que ya en Semana Santa se desplegara tal cantidad de toldos; he aquí una práctica que casi se ha per-

La gran calidad de su oferta comercial logró absorber la relevancia que tuvo Escudeller­s

dido, en aras de costumbres más propias de otras latitudes. No hay mejor defensa que parar la insolación fuera, en vez de intentar hacerlo dentro mediante el aire acondicion­ado, que fatalmente aboca al gasto y a menudo al fracaso.

Una presencia nada desdeñable era la de una iglesia relevante, como la de Sant Jaume; de ahí que en festividad­es relacionad­as con la religión, se convirtier­a en un punto de atracción señalado.

A partir de las nueve de la mañana y hasta las ocho de la tarde, la calle Ferran ostentaba un bullicio insuperabl­e y dominado por la alta burguesía, a diferencia del interclasi­smo establecid­o con permanenci­a en la Rambla. E incluso los extranjero­s que visitaban la ciudad se desviaban del rambleo y se adentraban en Ferran, tal como lo cumplió la reina Sissí, que encima compró.

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La imagen aporta detalles del ambiente de signo burgués
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