Ambiente intenso en la calle Ferran
Es festivo y día renombrado: Viernes Santo de 1910. Qué animación reina en la calle Ferran. Y admira lo encopetados que van los ciudadanos, y no digamos las señoras, que van muy puestas. La jornada lo exige.
Amén del Viernes Santo, otros días señalados eran el de Corpus o la Mercè; las vísperas de Navidad y Reyes también lo eran, aunque con otro estilo y ambiente.
La inauguración de esta calle desbancó la primacía que hasta entonces había ostentado la calle Escudellers. Ferran puede ser considerada como la primera vía urbana resultado de una transformación urbanística. Se terminó de construir en 1846, luego de doblegar no poca resistencia.
La línea recta respondía a exigencias estratégicas de signo militar, que ya habían señalado los franceses durante su ocupación. La arquitectura de las casas puestas en pie evidenció la voluntad de favorecer el comercio; en cierto modo, fue la primera calle en la que se dio prioridad al lucimiento de los escaparates, una moda que la burguesía acababa de imponer en ciertos puntos de París, verbigracia en los pasajes.
Calle corta y no muy ancha, factores que favorecieron de inmediato su intensidad. Y esa intensidad la aportaron los ciudadanos en su lento caminar, no tanto como el de los parisienses en los pasajes, que se exhibían acompañados de tortugas.
Entre los peatones y la circulación de carruajes, a menudo se organizaban atascos de mucha consideración, lo que obligaba a la intervención de los guardias.
Ni que decir tiene que en muy pocos años se instalaron allí, en la planta baja, por supuesto, pero también en pisos, los establecimientos más renombrados del momento bajo el signo de la variedad. Con el fin de proteger del sol lo expuesto en los escaparates, llama la atención que ya en Semana Santa se desplegara tal cantidad de toldos; he aquí una práctica que casi se ha per-
La gran calidad de su oferta comercial logró absorber la relevancia que tuvo Escudellers
dido, en aras de costumbres más propias de otras latitudes. No hay mejor defensa que parar la insolación fuera, en vez de intentar hacerlo dentro mediante el aire acondicionado, que fatalmente aboca al gasto y a menudo al fracaso.
Una presencia nada desdeñable era la de una iglesia relevante, como la de Sant Jaume; de ahí que en festividades relacionadas con la religión, se convirtiera en un punto de atracción señalado.
A partir de las nueve de la mañana y hasta las ocho de la tarde, la calle Ferran ostentaba un bullicio insuperable y dominado por la alta burguesía, a diferencia del interclasismo establecido con permanencia en la Rambla. E incluso los extranjeros que visitaban la ciudad se desviaban del rambleo y se adentraban en Ferran, tal como lo cumplió la reina Sissí, que encima compró.