Rousseff saca el parachoques
La presidenta vende optimismo y confianza tanto dentro como fuera de los campos
Dilma Rousseff es supersticiosa pero confía en que durante el Mundial de Brasil salga todo bien, que las anunciadas protestas de los indignados antes de cada partido sean pacíficas... y que la canarinha gane la Copa. A una semana del inicio del torneo, la presidenta brasileña es optimista y para tranquilizar al mundo invitó a cenar a un grupo de corresponsales de medios extranjeros.
Sobre los indignados y los trabajadores que ya llevan a cabo protestas y huelgas, la mandataria adoptó el mismo tono condescendiente que emplea desde que el año pasado las demandas ciudadanas eclosionaron poco antes de la Copa Confederaciones. “Son el costo de la democracia”, asume Rousseff, que asegura que el Gobierno garantizará el derecho a la libre manifestación siempre que sea pacíficamente.
“La mayoría del país no quiere violencia”, dijo Rousseff durante la cena, celebrada el martes en su residencia oficial del palacio de la Alvorada, en Brasilia. Implícitamente trató de explicar que quienes saldrán a la calle será una minoría. “La enorme mayoría de los brasileños verá el Mundial por televisión, asando una carne y to- mando una cervecita”, añadió, intentando rebajar el clima de incertidumbre respecto al desarrollo normal del torneo. La líder progresista explicó que las ventas de televisores aumentaron un 49% en las últimas semanas, fenómeno similar al de otros países de la región, como Argentina.
Seguro que los 200 millones de brasileños no saldrán a la calle a protestar, pero no hay duda de que la insatisfacción ciudadana ante el coste del Mundial es un sentimiento mayoritario. Una encuesta de abril divulgada esta semana en Washington por el Pew Research Center sostiene que sólo el 34% de los ciudadanos cree que el torneo será positivo para el país. Y un 72% de los brasileños se declara pesimista con el futuro de Brasil.
Rousseff rechaza las críticas a las elevadas inversiones mundialistas en estadios e infraestructuras. Al contrario, mantiene que son un “legado” que repercutirá positivamente en el futuro, pues se incluyen obras de mejora del transporte o de modernización de los aeropuertos, pese a que muchas no estarán completadas para el campeonato.
Además, explicó que, según el proyecto inicial de la FIFA, la mayoría del dinero para la construcción de nuevos estadios debía haber salido de manos privadas, pero que, viendo que los plazos de finalización de las obras peligraban, el Gobierno decidió abrir líneas de créditos específicas.
La mandataria descartó que bandas de narcotraficantes estén planeando acciones para boicotear el Mundial, tras el aumento de la tensión en las favelas de Río en las últimas semanas.
Rousseff adelantó que en la ceremonia inaugural del jueves en São Paulo se transmitirá un mensaje del papa Francisco. Pero, aunque el motivo de la cita era el Mundial, los corresponsales preguntaron por otros temas. El representante de Efe inquirió sobre la abdicación del rey Juan Carlos y la presidenta definió al monarca como “muy gentil” y con “gran simpatía por Brasil”.
Durante la cena Rousseff confesó ser “muy supersticiosa, al menos en fútbol”. En ese momento, según explica la corresponsal de Clarín, dio tres golpecitos en la mesa y dijo que mantendrá “los dedos cruzados” y encenderá “todas las velas” mientras dure el Mundial. Para que la verdeamarelha gane. “Ni Uruguay ni Argentina...”, dijo descartando un nuevo maracanazo. “Los brasileños accionamos todas nuestras supersticiones para torcer por nuestra selección”, añadió.