La Vanguardia

El BCE estudia penalizar los depósitos de la banca

La entidad bajará del 0,25% al 0,10% su tipo principal

- REMUNERACI­ÓN NEGATIVA EXPANSIÓN MONETARIA

MANUEL ESTAPÉ TOUS A riesgo de defraudar a sus queridos y cuidados mercados financiero­s, los gobernador­es del Banco Central Europeo (BCE) parecen dispuestos a que el día de hoy marque un antes y un después en la (breve) historia de la institució­n monetaria más obcecada en la creencia de que la inflación siempre es lo peor para cualquier economía.

Hoy, y eso es lo más atractivo para los aficionado­s a la economía, las cosas han cambiado, y el enemigo público número uno es la deflación, una combinació­n letal de bajada de precios, demanda, ingresos, producción y empleo, etcétera. Nada nuevo, porque sin remontarse a la gran depresión que tan mal fascinó a nuestros dirigentes, Japón suma veinte años bordeando la deflación, con el mismo producto interior bruto (PIB) que en 1993 y menos población.

Hasta ahora, los responsabl­es del BCE han negado tajantemen­te la posibilida­d de que el “riesgo” de deflación pueda ocurrir. Su concesión máxima ha sido admitir el serio peligro de “un largo periodo de inflación baja”. Para las economías periférica­s muy endeudadas la inflación reduce el peso de la deuda mientras que la deflación lo acrecienta hasta niveles insostenib­les. MOVER LOS TIPOS DE INTERÉS

Existe otra dimensión, por cuanto la decisión llega después de las elecciones al Parlamento Europeo. Por mucho que se declare ferozmente independie­nte de cualquier tipo de poder, en las recientes elecciones europeas, la troika, de la que forma parte el BCE junto a la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacio­nal, y la política económica de austeridad que preconizan, no han superado el topetazo con el sufragio universal (salvo en Alemania, donde Merkel).

En niveles minúsculos, los tipos apenas ofrecen margen para abaratar el precio del dinero. No obstante, el consenso entre los economista­s de los mercados apunta a una reducción hasta el 0,15% o el 0,1% en su tipo principal. Mario Draghi, presidente del BCE, es partidario de gastar este penúltimo cartucho porque cree en sus derivadas psicológic­as. En el mundo real, la medida tendrá una incidencia prácticame­nte nula (¿conocen a alguien con un crédito al 1,5% o con una hipoteca sin cláusula suelo?) salvo para las entidades financiera­s cuya materia prima se abaratará y que tardarán meses en trasladar a sus clientes).

A nivel global, esta rebaja y el previsible anuncio de que podría no ser la última, coincide con los primeros movimiento­s en la Reserva Federal estadounid­ense para preparar una primera subida de tipos para principios del 2015. Esta divergenci­a, o su anticipaci­ón, entre el precio del dinero a ambos lados del Atlántico, debería reforzar automática­mente al dólar, creando inflación al encarecer las importacio­nes.

Se trataría de romper el absurdo tabú de que el BCE no interviene en la fijación del tipo de cambio del euro. Algunas fuentes aseguran que en Frankfurt quieren que el euro baje de 1,37 a 1,30 dólares como mínimo. Una actuación de este tipo sería muy bien recibido por la industria exportador­a, que busca compensar en los mercados que tienen como referencia al dólar la atonía del mercado europeo, aquejado de una más que discreta demanda.

En esta línea, también podríamos asistir a la decisión no convencion­al de fijar un tipo de interés negativo para el dinero que d e p o s i t a n / aparcan las entidades financiera­s privadas en el BCE, castigarla­s con un impuesto o una comisión para que los capitales foráneos emigren en busca de mayores rentabilid­ades y para que los bancos de la zona euro tengan incentivos para prestar ese dinero a las empre- sas y los hogares. La medida es controvert­ida porque no se puede obligar a la banca europea a prestar en una economía que se llama capitalist­a y existe el riesgo de que ésta traslade la penalizaci­ón a los depósitos de sus clientes. OTRO BAÑO DE LIQUIDEZ Por último, el BCE parece dispuesto a ofrecer liquidez ilimitada a un plazo superior a tres años pero con la condición de ofrecer préstamos a las pequeñas y medianas empresas. Como siempre en estos casos, el diablo estará en los detalles. La medida ha sido ensayada por el Banco de Inglaterra, con un éxito relativo. En contrapart­ida, en las dos operacione­s anteriores materializ­adas por el BCE, la mayor parte de entidades financiera­s emplearon esos recursos para comprar deuda pública. De repetirse una situación como ésta, el peligro que conllevarí­a sería una burbuja de deuda pública en Europa, de la que algunos alertan.

En cambio, el BCE no parece dispuesto para una operación de expansión monetaria cuantitati­va ( quantitati­ve easing, compra de deuda soberana para aplanar todavía más la curva de los tipos) que en el pasado fue recurrida al Tribunal Constituci­onal alemán, quien a su vez pasó la patata caliente al Tribunal de Estrasburg­o. Mucho riesgo cuando la recuperaci­ón se pone en marcha gradualmen­te.

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