El hombre que cenó dos veces
CUANDO alguien cena dos veces es para cometer una infidelidad: a su pareja o a su dieta. En política, cenar dos veces puede ser por una deslealtad sentimental o por una jugada estratégica. Anoche François Hollande cenó dos veces: a las siete y a las nueve por necesidades del guión. En un restaurante de una estrella, como Le Chiberta, y en otro que podía tener tres, como el comedor del palacio del Elíseo. Primero con Barack Obama y después con Vladímir Putin. Con Obama, como miembro del G-7, que se ha reunido en París; con Putin, como invitado a la conmemoración del 70.º aniversario del desembarco de Normandía. El presidente ruso ha sido temporalmente expulsado de la mesa de los más poderosos tras la crisis de Ucrania, pero, como suele ocurrir a los buenos clientes, siempre tiene un sitio en los mejores restaurantes. Francia cuida a Rusia casi tanto como Alemania. De hecho, los rusos acaban de comprar dos buques anfibios porta- helicópteros a los franceses, algo que no ha gustado a Estados Unidos. El vodevil parisino debió de ser magnífico: Hollande disculpándose con Obama por los barcos cuando todavía clareaba junto a los Campos Elíseos, agradeciéndole a Putin después la confianza en sus astilleros cuando decididamente había oscurecido.
En cualquier caso, el presidente de Estados Unidos le cantó las cuarenta al presidente de la República Francesa cuando Hollande intentó que la justicia norteamericana no impusiera una multa multimillonaria a BNP Paribas, acusado como está el banco francés de hacer operaciones con Sudán, Cuba o Irán, violando los embargos decretados por Washington: “Yo no llamo al fiscal para decirle cómo juzgar los casos que lleva”. Suerte que el vino era bueno. aunque no tanto como el del Elíseo. El cliente es el cliente.