Despedida con pasodoble en la ONU
Los caminos en el interior del edificio de la ONU son en ocasiones tan inescrutables como los del Señor.
Entre las obras de rehabilitación y la falta de indicaciones, no siempre resulta fácil orientarse. Esta tarde del miércoles hay. sin embargo, unos carteles andantes.
Se celebra la gala de la fundación Path to Peace, integrada en lasNaciones Unidas y vinculada a la Santa Sede. Doña Sofía recibe su premio, uno de los últimos, si no el último, reconocimien- to internacional como reina.
Si alguien se siente perdido, sólo ha de seguir a los purpurados o a los monjes hasta la cuarta planta.
A la espera de ocupar su silla, los invitados toman el aperitivo en la terraza, al pie de la famosa torre de la Primera Avenida y con vistas al East River. Ahí se mezclan sotanas, esmóquines y señoras elegantes, a veces con unos escotes muy de vértigo para el ambiente del lugar.
Doña Sofía, de rojo, llega a la sala. Departe con el cardenal Renato Martino –creador del galardón cuando era nuncio apostólico ante la ONU– y el actual nuncio, el arzobispo Francis Chulikatt, que en su presentación de la distinción ensalzará la figura de la Reina “por su preocupación por los pobres y los marginados de la sociedad”. Su Majestad responderá al recibir la medalla que este galardón “también honra a España, el país al que estoy orgullosa de representar”.
Esto sucederá luego. Ahora toca sentarse a la mesa. La señal procede de la música de la banda de la academia militar de West Point. Son yanquis, pero castizos. Se arrancan con un pasodoble torero: España cañí.
Así cierra doña Sofía su estancia en esta ciudad, en el que es su viaje oficial de despedida de Nueva York.