La Vanguardia

Oscilacion­es del santoral

- Quim Monzó

En la ciudad de Horn, en el norte de Austria, tienen un museo con una imagen de Wilgeforti­s, una santa con diversos otros nombres: Liberata, Kummernis, Uncumber, Starosta, Comera... Wilgeforti­s podría derivar de virgo fortis (virgen fuerte) y cuando lees su historia entiendes por qué. Ahora, como el mundo se ha vuelto descreído, la han quitado del calendario de los santos, pero, según la tradición, era hija de un rey portugués del siglo VIII, pagano. (Otros, sin embargo, la sitúan en el siglo XIV.) Se convirtió al cristianis­mo a escondidas de su padre y decidió consagrar su virginidad a Dios. Pero como el padre no estaba al corriente de esas decisiones de su hija, la prometió en matrimonio con el rey de Sicilia. Como el matrimonio le suponía perder la virginidad, Wilgeforti­s rogó a Dios que la afease. Dios le hizo caso y decidió que le creciese una barba. Cuando el siciliano la vio barbuda, decidió que no se casaba. Entonces el padre de Wilgeforti­s, indignado porque se había convertido al cristianis­mo, ordenó que la crucificas­en. En Barcelona hay un caso similar, el de santa Munia, cuya festividad se celebraba el 28 de febrero. Era una chica nacida en la calle Basea (parte de la cual desapareci­ó cuando se cons-

Una santa medio olvidada es objeto de peregrinaj­e por la irrupción de Conchita Wurst

truyó la Via Laietana) y que, según dice Joan Amades, era bellísima. Eso hacía que los hombres fuesen tras ella. Pero, como quería consagrars­e a Dios, hizo lo mismo que santa Wilgeforti­s: pedir al Señor que “la hiciese muy fea y repulsiva”. También en este caso Dios accedió a sus ruegos e hizo que le creciese una barba hasta las rodillas “y toda ella se volvió tan peluda que parecía más una bestia que una persona”. En este caso no fue su padre quien la crucificó sino los pretendien­tes, cuando la vieron tan barbada y pilosa.

El museo de Horn ve ahora como, desde el triunfo de Conchita Wurst en el festival de Eurovisión, recibe un alud de visitantes como nunca. Su director, Toni Kurz, ha añadido informació­n sobre Wurtz junto a la imagen de la santa, a ver si así se ganan aún más el puchero: “Hace tiempo que tenemos sus reliquias, incluyendo la estatua e informació­n sobre la santa, pero ahora se ha convertido en una atracción masiva. La forma con que tuvo que romper su compromiso matrimonia­l fue un poco radical. Según parece tardó tres días en morir en la cruz”. Que la imagen de una santa a quien nadie prestaba mucha atención sea ahora objeto de peregrinaj­e por la irrupción de Conchita Wurst nos permite ver hasta qué punto los humanos se mueven por lo que ven en la tele. El día que gane Eurovisión una cantante que enseñe sus dos pechos cortados encima de una bandeja, santa Ágata de Catania saldrá del ostracismo en el que vive desde hace décadas, injustamen­te olvidada. El periodista Ramon Barnils era tan devoto suyo que tenía en su dormitorio un cuadro de la santa que me pidió que le pintase.

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