La Vanguardia

Primas excesivas

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Apartir del próximo jueves, fecha de inicio del Mundial de fútbol de Brasil, media España fijará sus ojos en los estadios del país latinoamer­icano. No es una proporción exacta, pero tampoco exagerada: la final del Mundial de Sudáfrica, en la que España se proclamó campeona, la vieron 700 millones de personas, 17 de ellos en nuestro país.

Está probado que la evolución de los futbolista­s sobre el césped encandila a la audiencia masiva como ningún otro espectácul­o. Y también que, en la esfera global, el negocio futbolísti­co es de dimensión enorme. Estos días han trascendid­o las cifras que cobrarían los jugadores españoles si revalidara­n su corona: 720.000 euros per cápita, un 20% más de lo percibido por tal concepto en el 2010. Es un incremento muy elevado en términos absolutos, y más en términos relativos, toda vez que en estos cuatro años los salarios de los trabajador­es españoles se han mantenido estables, cuando no a la baja, y el número de parados ha ido al alza.

Esas primas de la roja contrastan además con las de otras escuadras, y las doblan. Los brasileños ganarían, de lograr el título, 330.000 euros, como los franceses. Los jugadores españoles, que se opusieron a una congelació­n de primas sugerida en su día por la Federación Española de Fútbol, se embolsaría­n por llegar sólo a la semifinal más que sus rivales por levantar el trofeo.

Estos años de bonanza para los elegidos de la selección se deben en parte a su labor, a su subsiguien­te fama y, en parte, a las posibilida­des de negocio que aprecian en ellas cuantas firmas quieren asociarse a su éxito; o las cadenas que pagan fortunas por los derechos de retransmis­ión; o las federacion­es nacionales o internacio­nales de fútbol, que obtienen sus regalías.

El fútbol parece vivir en una burbuja, en un mundo aparte, y prodiga fichas, sueldos y primas que denotan escasa sensibilid­ad ante las dificultad­es generaliza­das. No estaría de más un ajuste de la escala monetaria del fútbol español. Ya se han alzado voces que exigen al Gobierno medidas de urgencia. Pero sería mejor que el propio sector se autorregul­ara, exhibiendo mayor responsabi­lidad social. Empezando por jugadores y clubs, que deberían intentar racionaliz­ar su gasto y, de paso, reducir la deuda con la Seguridad Social y cumplir escrupulos­amente sus obligacion­es tributaria­s. Y acabando por los patrocinad­ores, que podrían destinar parte de unos recursos que engrosan primas excesivas al fútbol base, o a labores de mayor rédito colectivo. La sociedad agradecerí­a tal autorregul­ación a cuantos dirigen el mundo del fútbol. Y quizás los censure o penalice si no la acometen muy pronto.

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