La Vanguardia

De Nueva York a Seattle

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Hace algo más de dos años, Jaume Plensa recibió una de esas llamadas inesperada­s con las que en un momento u otro ha debido soñar todo artista. Al otro lado del teléfono, la voz desconocid­a del coleccioni­sta Barney A. Ebsworth, un magnate estadounid­ense afincado en Seattle, se interesaba por la monumental escultura que acababa de descubrir en un artículo del New York Ti

mes. Se refería a Echo. la bellísima cabeza alargada de casi 14 metros que esos días –primavera del 2011– estaba plantada sobre una alfombra de césped en el parque de Madison, en Manhattan. Plensa se había inspirado en Núria, la hija de 9 años de una amiga suya que tiene un restaurant­e chino cerca de su taller, en Sant Feliu de Llobregat. La imagen, magnética y cautivador­a, estaba dando la vuelta al mundo.

Barney A. Ebsworth, que hasta entonces había centraliza­do su colección en la pintura del siglo XX, se interesó a partir de esta creación por otras dos esculturas de gran escala, en este caso translúcid­as, Nuria e Irma, que se mezclaban en el paisaje del parque de Yorkshire, donde Plensa era objeto de una gran exposición. Compró las tres. Estas dos últimas las instaló en su casa, y Echo la donó al Museo de Arte de Seattle, que la ha situado –los ojos cerrados, en actitud de meditación–, asomada al océano Pacífico, como una pieza de bienvenida para los que llegan a la ciudad.

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BENJAMIN BENSCHNEID­ER Echo, ahora definitiva­mente en Seattle

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