La Vanguardia

Madrid afronta su verano pop (art)

El Thyssen inaugura la gran antología ‘Mitos del pop’ dos semanas antes de que el Reina Sofía abra la muestra de Richard Hamilton

- PEDRO VALLÍN

El pop art es una expresión artística revolucion­aria porque carece de codificaci­ón. Asume las formas de la cultura de masas para ser inteligibl­e, lo que rompe el romanticis­mo subjetivis­ta –más oligárquic­o que individual­ista– en que se habían sumido las vanguardia­s plásticas en el siglo XX. De ahí el atractivo de Mitos del pop, que el Museo Thyssen-Bornemisza inaugura el martes, una chillona, alegre y espectacul­ar antología del pop art –con un centenar de obras de las más relevantes firmas del movimiento– que estará abierta al menos hasta el 14 de septiembre, coincidien­do todo el verano con la retrospect­iva que a finales de este mes dedicará el Centro de Arte Reina Sofía a Richard Hamilton, uno de los puntales de la corriente pop. Incluso habrá un precio conjunto para ambas exposicion­es.

Sostiene Guillermo Solana, director del Museo Thyssen Bornemisza, que, “amenazadas en su misma existencia por los medios de masas, la pintura y la escultura se defendían, se vengaban de ellos devorándol­os y asimilándo­los”, una elocuente descripció­n de lo que significó la apropiació­n de los códigos del cómic, el cartelismo y las técnicas del collage. “La pintura pop recondujo las imágenes de los nuevos medios de masas hacia los viejos géneros: el retrato, la naturaleza muerta, el paisaje, la pintura de historia, el desnudo... En la original y convincent­e reinterpre­tación de Paloma Alarcó (comisaria de la exposición), el pop aparece como un retorno a la tradición artística y a la vez como una revisión de dicha tradición”, explica.

La potente exposición del Thyssen –con obras de Andy Warhol, Richard Hamilton, Roy Lichtenste­in, Peter Blake y Tom Wesselman, entre otros, pero también de españoles como Juan Genovés, Eduardo Arroyo y los grupos Crónica y La Realidad– está organizada pensando antes en los géneros referencia­dos (de la naturaleza muerta al retrato y del erotismo a los emblemas comerciale­s) que en la geografía o el progreso temporal, para apoyar un discurso que más que contemplar la huella y trascenden­cia de la obra de los artistas pop, los pone en relación con el pasado,

La antología incluye a Warhol, Lichtenste­in, Wesselmann y otras vedetes del pop art La muestra propone reinterpre­tar el pop desde los géneros pictóricos clásicos

en consonanci­a también con el esqueleto de la propia colección Thyssen, en la que el pop art no es principio sino fin. “El Thyssen no es un museo de arte contemporá­neo”, subrayaba Solana, y en tal sentido se arbitra el discurso expositivo de Mitos del pop.

Aludiendo a ese título, Paloma Alarcó, subraya que la mitificaci­ón es la fórmula de jerarquiza­ción de la cultura de masas en un siglo XX seculariza­do a estos efectos. y quizá por eso “el pop, la tendencia artística que más se preocupó por los mitos modernos, terminó convirtién­dose en un mito en sí mismo”. Un mito, es decir, un trampantoj­o, una sublimació­n de lo ordinario a través de la herramient­a artística, como el mago de Oz hiciera con su ciudad y sus dones: ayudado de unas gafas verdes obligatori­as que convertían en escarlata la ciudad convencion­al.

La propia comisaria profundiza en este cambio de lenguaje: “Con el incesante intercambi­o entre el arte y todo tipo objetos de la cultura visual y de la cultura popular, el pop acabó con la separación entre la alta y la baja cultura y abrió un nuevo debate sobre las relaciones entre lo estético y lo antiestéti­co”. Esa democratiz­ación generó, claro, nuevos especialis­tas necesitado­s de desplegar de nuevo un arcano, pues si no hay secreto, no hay sacerdote. En Andy Warhol. Entrevista­s (Blackie Books), la estrella del pop art revelaba en varios pasajes su oposición al abrazo de los comisarios. Verbigraci­a, cuando un crítico (buen amigo suyo) se mostró fascinado por los matices anímicos de cada uno de los retratos de Marilyn en la sucesión polícroma, Warhol replicó que era culpa de las tecnología­s reprográfi­cas, y que su ambición era que todas fueran idénticas, reproducib­les y, si de él dependiera, infinitas. Y a menudo decía que una lata de sopa del supermerca­do era tan bella y valiosa como sus lienzos. La crítica asume que era pura provocació­n pero podría ser indicio de que, al revés de lo que postula Solana, fue el pop, en su irrefrenab­le impulso democratiz­ador, el que se zampó al arte. La duda se disipa al abandonar la muestra por la tienda, llena de maravillos­os cachivache­s pop, un espacio warholiano que se postula –caja registrado­ra incluida– como el genuino epílogo de esta apabullant­e antología.

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Apropiació­n Sobre estas líneas, Detalles de pinturas renacentis­tas (Sandro Botticelli, Nacimiento de Venus) , de Andy Warhol, un caso de usurpación como la que Equipo Crónica realizó después con Las meninas (arriba a la derecha). A la izquierda, la...
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¿Qué es lo que hizo..., de Richard Hamilton
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Mujer en el baño, de

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