De Omán al Liceu
El Gran Teatre propone a la alemana Christina Scheppelmann como nueva titular artística
La comisión técnica del Liceu encargada de seleccionar a la persona que ha de ocupar la dirección artística del teatro tras la marcha de Joan Matabosch –esto es, el director general, Roger Guasch, y el musical, Josep Pons, y el presidente de la fundación, Joaquim Molins– se ha decantado finalmente y de manera unánime por la alemana Christina Scheppelmann, actual directora general y artística de la nueva macro Ópera Real de Mascate, en Omán, a donde fue a parar en el 2012, tras 17 años de experiencia como responsable artística, primero en la Ópera de San Francisco y luego en la de Washington. La propuesta será al parecer aprobada también por unanimidad por la Comisión Ejecutiva del teatro cuando se reúna a finales de este mes.
No se hable más, pues. La noticia se producía ayer con mes y medio de retraso según el calendario de selección previsto, y cinco meses después de finiquitar el contrato de Matabosch, que desde enero ocupa esta plaza en el Teatro Real de Madrid. Y, aun así, Scheppelmann (Hamburgo, 1965) no se incorporaría al Liceu hasta septiembre, coincidiendo con el inicio de temporada, y simultanearía esta tarea con la de Oriente Medio hasta final de año.
A su favor ha pesado, según fuentes del Liceu, que “es la que ha presentado el mejor proyecto” y que, entre otras cosas, no es desconocida para los trabajadores del teatro de la Rambla, pues estuvo vinculada en- tre 1992 y 1994 como directora artística adjunta de Albin Hänseroth, de lo que el teatro deduce que tiene habilidades para trabajar en equipo. También aseguran los responsables del Liceu que en la elección ha pesado la “dilatada experiencia internacional en teatros de ópera de primer nivel” de la alemana, así como su adecuación al modelo de programación artística del coliseo lírico barcelonés, su conocimiento de artistas y de producciones, y el que también demuestra “en gestión y visión económica de la temporada”.
Se sabe de Scheppelmann que cantó en un coro infantil, se formó en comercio y banca, y poco a poco se introdujo en el mundo de la ópera. Habla idiomas –entiende el catalán– y este es el talante de la programa- ción que ha diseñado para la próxima temporada en Omán: un Macbeth coproducido por el festival Pergolesi Spontini y el teatro Carlo Felice de Génova; un Falstaff (otro Verdi) producido por el Teatro Regio de Parma, con los solistas de la Accademia La Scala de Milán; un Don Pasquale de Donizzeti a cargo del Teatro Comunale di Bologna y, bueno, una Cenerentola de Rossini por la elegante Ópera Estatal de Baviera.
Lo que todavía es una incógnita es si la suya será una aportación estilísticamente musculada como merece una plaza con la tradición, las credenciales y la sed de innovación del Liceu –nada que ver con Omán– o si practicará en aras de la eficiencia económica un tipo de programación pensada para el gran –y también el adinerado– público que goza de la ópera como de un entretenimiento –ya lo dijo el ministro Wert–, una línea que probablemente estaría en sintonía con la pedagogía para principiantes que merece una plaza novísima como la de Omán (aunque con muuuucho menos dinero).