La Vanguardia

LA BIBLIOTECA GÓTICA

- JOSEP PLAYÀ MASET

La centenaria Biblioteca de Catalunya conserva 3,7 millones de documentos y tiene 1,1 millones de usuarios, virtuales o presencial­es.

Las salas de lectura de la Biblioteca de Catalunya (BC) están menos concurrida­s que hace unos años y sus salas de reserva están semivacías. Se podría pensar que es una consecuenc­ia de la tan anunciada crisis del libro y sin embargo la actividad real es más intensa que nunca. Los fondos de la BC no dejan de crecer y el acceso virtual a los fondos, digitaliza­dos en un número cada vez mayor, permite hablar de unos 1,1 millones de usuarios reales.

A partir del año 2000 se inició la digitaliza­ción de los fondos y desde entonces se han puesto a disposició­n gratuita de las redes sociales más de cien mil documentos. En el año 2005 se abrieron los portales ARCA (Arxiu de Revistes Catalanes Antigues) y desde entonces se han digitaliza­do 1,4 millones de páginas. Y el proceso continua pese a que la crisis lo ha ralentizad­o. También se han digitaliza­do las 800.000 fichas que se conservan en la sala

Se abrió en el Palau de la Generalita­t y pasó en 1940 al antiguo Hospital de la Sta. Creu Se pueden consultar 100.000 documentos y 1,4 millones de páginas de revistas

de lectura, en los 2.414 cedularios del antiguo alfabeto de autores y obras anónimas, de las cuales el 55% eran manuscrita­s. Las últimas, ya mecanograf­iadas, son de 1990.

La BC, de la calle del Carme de Barcelona, está de cumpleaños porque se cumplen cien años de su apertura al público. En ese siglo ha pasado de los 47.000 volúmenes de 1914 a los cerca de 3,7 millones de documentos de la actualidad (32% libros, 22% material gráfico, 12% publicacio­nes, 11% manuscrito­s, 11% archivo, 7% música impresa, 4,5% sonoros y audiovisua­les). Sólo los libros que se encuentran en la sede de Barcelona ocuparían 50 kilómetros lineales de estantería­s, de modo que si se pusiesen uno al lado del otro llegarían desde Barcelona hasta Vilanova i la Geltrú. Si se suman los que están en el depósito de l’Hospitalet de Llobregat y los del de Lleida, se superan los 61,5 km. En fotos, hay unas 250.000.

La biblioteca, además de las donaciones y compras, incorpora permanente­mente obras por ser el Depósito Legal de todo lo que se publica en Catalunya, tanto si se refiere a libros como a postales, partituras, mapas, etcétera. Y con una diferencia respecto a otras biblioteca­s, que han llegado incluso a vender sus fondos. “Aquí no hay nada obsoleto, no se tira nada”, como afirma con rotundidad la directora actual, Eugènia Serra, una mujer que ha realizado toda su carrera en esta institució­n donde empezó como subalterna en 1983.

La creación de la Biblioteca de Catalunya, en 1907, por parte de la Diputación de Barcelona presidida por Enric Prat de la Riba, responde a una demanda explícita formulada ya un año antes por Eugeni d’Ors. Pero en realidad es una petición que viene del siglo XIX, ya que la única biblioteca pública destacable era la Provincial Universita­ria, y en el capítulo privado solo se destacaba la del Ateneu de Barcelona. Prat de la Riba funda el Institut d’Estudis Catalans y da su apoyo a la propuesta que le formulan Antoni Rubió y Josep Pijoan, presidente y secretario, para crear además una biblioteca, que se ubicará en el Palau de la Generalita­t.

La compra del Cançoner Gil (cancionero provenzal del siglo XIV) por parte de doce mecenas, y posteriorm­ente las adquisicio­nes de las biblioteca­s de Marià Aguiló y Jacint Verdaguer y las donaciones de Isidre Bonsoms (colección cervantina), Joaquim Miret (miles de pergaminos) y Felip Pedrell (fondo musical) empiezan a forjar la futura biblioteca, que se abrirá al público en 1914.

En 1931 el Ayuntamien­to de Barcelona aprueba la cesión del Hospital de la Santa Creu como sede de la biblioteca. Empiezan las obras y un traslado, que no se materializ­ará hasta 1940. Las nuevas instalacio­nes se abrieron el 20 de febrero de ese año con el nombre de Biblioteca Central. No será hasta 1981 cuando se convierta en la Biblioteca nacional de Catalunya y en 1993 se estructura en cuatro unidades: bibliográf­ica, gráfica, hemeroteca y fonoteca. En 1998 se construye el edificio adjunto de servicios.

Aunque muchos libros y documentos ya están digitaliza­dos, cuando viene algún estudioso que lo necesita siempre se le puede facilitar el original. El único documento no consultabl­e son las Homilies d’Organyà, del siglo XIII, considerad­o el texto litera-

La biblioteca, que abrió hace cien años , conserva 3,7 millones de documentos y tiene 1,1 millones de usuarios, virtuales o presencial­es

rio más antiguo en lengua catalana. El texto más antiguo en catalán, de carácter jurídico, son los Greuges d’en Guitart Isarn, de 1094. Y el documento más antiguo de los conservado­s es el acta de consagraci­ón de la iglesia del castillo de Tona (Osona), de 889.

Sorprende la gran variedad de documentos. Desde el archivo de Ràdio Barcelona hasta cartas personales. Como una carta de agradecimi­ento de Elizabeth Taylor, de 1969, al Dr. Trueta, en la que le recomienda: “No te creas todo lo que digan los periódicos”. En el mismo fondo hay una carta de Grace Kelly. Otro ámbito que crece es el de los documentos sonoros y audiovisua­les. El más antiguo: un disco grabado en 1897 en Washington que recoge imitacione­s de sonidos de animales.

A lo largo del último mes se han incorporad­o dos fondos relevantes: el de Esther Tusquets y el de la editorial Gustau Gili (250.000 documentos). De ahí que el problema del espacio persista. “Cuando la Escola Massana vaya a la Gardunya, podremos ampliarnos, pero no hay fechas aún”. explica Eugènia Serra.

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La gran sala gótica de la biblioteca de Catalunya, convertida en sala de lectura, aún con los cedularios con las antiguas fichas manuscrita­s
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MARC ARIAS

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