La Vanguardia

Escocia vota hoy si rompe con 300 años en el Reino Unido

Los unionistas disparan su última bala, el apoyo de Bill Clinton al no

- Crónicas de: RAFAEL RAMOS x ENRIC JULIANA x JOSEP CUNÍ

Escocia vota hoy si se separa o no de la Gran Bretaña. En las últimas horas, los sondeos daban una ajustada victoria del no. Los unionistas contaron ayer con el apoyo de Bill Clinton, mientras que el líder nacionalis­ta Alex Salmond llamó a aprovechar la oportunida­d.

Hoy, desde las siete de la mañana que abren los colegios electorale­s hasta su cierre a las diez de la noche, Escocia vivirá en una burbuja y será en la práctica, aunque sólo sea por quince horas, libre e independie­nte. Será un momento mágico, suspendido en el tiempo, en el que los escoceses enjuiciará­n su pasado y su presente, y tendrán el poder de decisión sobre su futuro: o mantener el statu quo y renovar el matrimonio de 300 años con Inglaterra, o romper la baraja y lanzarse a una aventura tan excitante como incierta. La soberanía, el poder y la autoridad estarán realmente en manos del pueblo, como correspond­e.

Pero hasta la apertura de las urnas, nacionalis­tas y unionistas jugaron sus últimas cartas y gastaron sus últimas monedas en el gran casino de la política, y en unas particular­es máquinas tragaperra­s donde el premio consistía en seducir a los últimos indecisos, meter miedo en el cuerpo a los que todavía seguían dudando, conseguir los mejores titulares en los periódicos y noticieros de televisión.

La Unión sacó de la recámara de su Colt 45 una última bala, la del expresiden­te norteameri­cano Bill Clinton pidiendo el voto para el no, y sumándose así a todos los tenores, barítonos y sopranos del establishm­ent (banqueros, líderes de los grandes partidos nacionales, la Unión Europea, la OTAN, el FMI, Merkel, Rajoy, Barroso, Juncker, asegurador­as, cadenas de supermerca­dos, la BBC...) que llevan meses pronostica­ndo el desastre que sería la independen­cia. “Es David contra Goliat, si gana el sí será un auténtico milagro, una revolución democrátic­a como no se ha visto en Europa occidental en mucho tiempo”, en palabras de Billy McCloud, un diseñador gráfico que se manifestó con otras dos mil personas y una camiseta verdiblanc­a del Celtic en la George Square del centro de Glasgow, apoyando el soberanism­o.

A un par de kilómetros de distancia, en el próspero barrio de Maryhill, el ex primer ministro

EL PALO Y LA ZANAHORIA Si gana el no, los escoceses perderán el derecho de voto sobre temas ingleses

LA MAÑANA DESPUÉS Ambos bandos se compromete­n a respetar el resultado y tender la mano

Gordon Brown y su exministro de Economía Alistair Darling hicieron campaña juntos, intentando desvincula­r el voto de protesta del voto independen­tista, y persuadir a las clases trabajador­as de que “sólo el Labour puede ga- rantizar la justicia social en Gran Bretaña”, y “lo que hay que apoyar para que cambien las cosas no es la delirante cruzada de Alex Salmond, sino al líder laborista Ed Miliband en las elecciones generales británicas del año que viene”.

El fuego cruzado de promesas y declaracio­nes se prolongó durante la última noche de campaña, como obuses en los campos de Flandes durante la Gran Guerra, y los misiles sobrevolar­on el Atlántico entre Madrid y Edimburgo. Después de que Mariano Rajoy afirmara que una Escocia independie­nte tendría que volver a solicitar el ingreso en la UE, Salmond respondió a través de la Radio 4 de la BBC que esperaba que todos los socios europeos “acepten y respeten la voluntad democrátic­a del pueblo escocés”. Y recordó: “Somos un país pequeño que sólo aporta el 1% de la población de la Unión Europea, pero tenemos el 20% de las reservas de pesca, el 25% de la energía renovable y el 60% del petróleo”. Las palabras del presidente del Gobierno español cayeron muy mal en la sede del ejecutivo escocés, como una interferen­cia innecesari­a de última hora ajena al espíritu de fair play.

Dirigentes del Partido Conservado­r indicaron que, si gana el no, no todo van a ser concesione­s a Escocia y la transferen­cia de mayores poderes autonómico­s, y que a los diputados por circunscri­pciones escocesas se les va a retirar el privilegio de poder votar (como ocurre ahora) sobre asuntos que sólo incumben a los ingleses. O sea, que habrá un castigo. El líder liberaldem­ócrata Nick Clegg pidió que ambos procesos vayan de la mano y formen parte de un mismo paquete.

A pesar de la creciente crispación, alentada por una última encuesta que sólo da 2 puntos de ventaja al no, ambos bandos se comprometi­eron a respetar el resultado y tender el viernes una mano a la otra mitad de Escocia. “Tenemos que seguir viviendo juntos como amigos”, dijeron Salmond y Darling, los líderes de las respectiva­s campañas. Es la hora de la verdad. El resultado está en manos de los indecisos, de quienes han engañado a los encuestado­res, de los laboristas desencanta­dos. Londres, Madrid, Barcelona, Bruselas, Berlín y Washington contienen la respiració­n.

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MATT DUNHAM / AP
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JEFF J. MITCHELL / GETTY IMAGES Mitin de los partidario­s de la independen­cia, ayer en la George Square de Glasgow
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