Escuálida victoria de un Barça con suplentes
Un Barça espeso sólo puede marcar un gol al Apoel
AGONÍA FINAL Ter Stegen demostró su valía al salvar un tanto que hubiera igualado el gol de Piqué
EL EQUIPO B Luis Enrique experimentó con un once con nueve cambios con respecto al que venció al Athletic
Que Chipre ya no es un paraíso fiscal lo saben todos los millonarios del mundo, y que en el fútbol ha aprendido mucho y ya no es la perita en dulce de otros años lo demostró ayer el Apoel de Nicosia en el Camp Nou. Mucha confianza en toda la plantilla hay que tener para ejecutar la revolución que efectuó Luis Enrique ante el Apoel en el primer partido de la Champions. Está bien que el rival podía prestarse para hacer experimentos, porque que se recuerde en el fútbol español lo máximo que ha hecho el fútbol chipriota fue enterrar la era de Javier Clemente como seleccionador español hace dieciséis años en Larnaca.
El Apoel es el campeón de Chi- pre pero no ha empatado con ninguno, luego se podía entender que Luis Enrique realizara hasta nueve cambios en el equipo titular con respecto al once que sacó el sábado contra el Athletic de Bilbao. Y que además se atreviera a hacer debutar a un elemento de la cantera como Samper que todavía no había jugado un encuentro en Primera.
El experimento salió bien porque acabó con triunfo, y también porque se pudo ver a Ter Stegen, un portero al que no le hacen falta las manos para demostrar sus cualidades, pero que en el tiempo añadido voló para salvar el tanto del empate. Y las pruebas también resultaron útiles para volver a ver a Xavi Hernández y que recibiera una cálida ovación cuando fue sustituido por Iniesta en la segunda parte. Y sirvió, además, para que Gerard Piqué recuperara un poco su confianza al marcar el único gol del partido en una jugada a balón parado, y reclamara para él el titular de este primer partido de la Champions. Necesitaba el central una inyección como ese gol, y decirle a sus críticos que él está ahí y que puede hacer grandes cosas.
La película de anoche ya se ha visto muchas veces en el Camp Nou. Un adversario que llega a Barcelona con la única intención de no perder. En ningún momento por su cabeza pasa la idea de dar la sorpresa, y mucho menos renunciar a dejar de ser un cerrojo. Su principal consigna es permanecer encerrado y destruirlo todo. El Barça se empeñó en jugar por el centro y facilitó las cosas al rival.
Ante un enemigo que puede que se deje cautivar (dominar), que acabe encantado ante las palabras (juego) de su pretendiente, el Barça porfió, insistió, quiso pero nunca convenció y mucho menos encontró las claves o la contraseña para abrir semejante cerrojo amarillo como el del Apoel anoche en el Camp Nou.
Los chipriotas demostraron que sabían la lección perfectamente y no cedieron un centímetro en su planteamiento. Agazapados en su campo, sólo buscaron el área azulgrana en tímidos contraataques. Se acercaron a la portería de Ter Stegen en contadas ocasiones, y el portero alemán sólo en tres ocasiones utilizó las manos, en la última de ellas, ya sobre el añadido, para evitar lo que pu-
do ser el gol del empate a tiro de Manduca, lo que hubiera supuesto un auténtico manducazo en el Camp Nou.
No estuvo fino el Barça en ataque ni tampoco tuvo las ideas claras. Dominó la posesión del balón, pero acusó poca profundidad y especialmente una falta de precisión en el pase que podía transformar un ataque en ocasión de gol. Ni Messi, ni Neymar, ni Xavi, ni Iniesta, y mucho menos Samper o Sergio Roberto, encontraron el toque exacto al balón para habilitar a un compañero hacia el gol.
Fue soso el partido porque al equipo de Luis Enrique le faltó velocidad y porque sus individualidades no hallaron en ningún momento el regate preciso ni la pared demoledora. Ni a Neymar inspirado ni al Messi desequilibrante del sábado pasado. Sigue el equipo defensivamente fuerte, pero todos sabemos que todavía no se ha encontrado con un rival que apriete a la zaga.
Salió bien el experimento gracias a ese tanto de cabeza marcado a los 28 minutos tras el lanzamiento de una falta de Messi, que Piqué cabeceó a placer. Cierto es que pudo aumentar el marcador el Barça pero primero el portero Urko Pardo desvió un disparo de Neymar y después Mario Sérgio se cruzó en el remate de Messi. Después de esa jugada llegó el único peligro de los chipriotas para hacer un poco agónico el triunfo barcelonista.
Nunca nadie temió por la victoria azulgrana, que le coloca líder de grupo, porque los chipriotas no llegaron con la intención de vencer. Vinieron a hacer lo justo. A no salir goleados y lo consiguieron. Luis Enrique puede que esté contento porque dio descanso a algunos de los hombres que él considera hoy por hoy titulares, pero seguro esperaba un mejor rendimiento de los jugadores que sacó anoche. Eso pasa con los experimentos.