Razones y sentimientos
El taxista lo tenía claro. Votaría no a pesar de ser del SNP. Para él, Alex Salmond, su líder, es sólo un charlatán que no responde a las grandes preguntas. El futuro real del petróleo, por ejemplo. Los pozos del mar del Norte son el principal productor europeo a pesar de su progresiva reducción. “Sería importante que nos dijera cuántos años de extracción pueden quedar porque el apoyo de los Verdes no le va a permitir la utilización de métodos tan controvertidos como el fracking”.
Comentarios de este calado por parte del conductor mientras me trasladaba del aeropuerto al centro de Edimburgo ponen de manifiesto la importancia y la profundidad del debate en el ámbito social en la Escocia que hoy decide su futuro. Un debate claro, sereno y contundentemente racional que a tenor de los pronósticos ha partido al país por la mitad. Tanto es así que horas antes de ejercer el su- fragio nadie se atreve a vaticinar un resultado. Los partidarios del sí nunca agradecerán bastante a los unionistas su campaña desastrosa, plagada de amenazas y apelando al miedo. Lon-
Los intentos políticos de apelar al corazón han fracasado, porque el futuro no puede ser sentimental
dres olvidó que uno de los mitos escoceses fue Braveheart. Pero tampoco los independentistas pueden lanzar las campanas al vuelo porque el contraataque final de los tres grandes partidos británicos –conservadores, laboristas y liberales– ha sido garantizar que, si se impone el no, concederán a Escocia todo lo que Salmond pedía antes del envite. Más autogobierno y gestión de los recursos propios. Así pues, pase lo que pase y aparentemente, Escocia siempre gana.
Sobre estas tablas de racionalidad se cierra un ciclo que se ha desarrollado con el toque de civismo propio de un país del norte. Allí a donde quería ir Espriu porque su gente era limpia, noble, culta, rica, libre y feliz. A ojos de hoy la descripción parece excesiva porque la pobreza, la marginalidad, la baja esperanza de vida y la desazón de algún barrio de Glasgow es tan evidente como lamentable. Y es allí donde el vuelco electoral ha hecho mella sin necesidad de hurgar en los sentimientos de tan parco como anda el bolsillo. Por otra parte, todos se consideran eminentemente escoceses sin excepción ni fisuras. De ahí que los intentos políticos de apelar al corazón han fracasado, porque el futuro no puede ser sentimental.