El atractivo del Pantone 186C
Teorías sobre el origen de la Tomatina de Bunyol hay diversas, incluida una que la sitúa en la tradición del Cipotegato que se celebra anualmente en el pueblo aragonés de Tarazona. Pero la más plausible es la que explica que nació espontáneamente en 1945, durante un desfile de gigantes y cabezudos, entre unos jóvenes que querían apuntarse y los que se negaban. La pelea empezó cuando los que querían participar localizaron un puesto de verduras y hortalizas, cogieron tomates y se dedicaron a lanzarlos contra los otros. Dicen las crónicas que tuvo que intervenir la Guardia Civil, y que a los responsables los condenaron a pagar los desperfectos (y los tomates, evidentemente). Al año siguiente se repitió la pelea pero, para no tener que pagar los tomates robados, los protestones los llevaron de su casa. Sin embargo, la Guardia Civil volvió a intervenir y, como pasa siempre con esas cosas, su intervención, más que frenarlos, los espoleó. Eso se repitió año tras año, y en las peleas cada vez participaba más gente, de forma que al fin la Guardia Civil desapa-
La Tomatina se ha convertido en un éxito de tal magnitud que se celebra en medio mundo
reció de escena porque el Ayuntamiento vio que de todo aquello se podría sacar algún beneficio económico. Ahora, tantos años después, los participantes ya no traen los tomates de su casa sino que es el mismo Ayuntamiento quien compra toneladas y los distribuye entre los presentes.
La Tomatina se ha convertido en un éxito turístico de tal magnitud que se celebran también en Gran Bretaña, Canadá, Estados Unidos, Australia, Japón... La última en añadirse a esa lista cada vez más larga ha sido Holanda. El domingo pasado, en Amsterdam, en la plaza Dam, un millar de jóvenes holandeses repitieron el ritual buñolense. Pero, a diferencia de lo que pasa en Bunyol y en todas las copias de la Tomatina que hay en el mundo, en este caso había una coartada digamos “solidaria”: protestar contra las sanciones rusas que bloquean las importaciones de productos frescos de Europa. Compraron 120.000 tomates, que los organizadores aseguran que estaban etiquetados como “no aptos para el consumo humano”. La entrada costaba 15 euros y el dinero recogido irá a parar a los productores holandeses de tomate afectados por las sanciones. No es una mala idea. Si tenemos en cuenta que, hasta ahora, Catalunya exportaba a Rusia 1.300 toneladas de manzanas, 7.000 de peras y 50.000 de melocotones y nectarinas, imagino por un momento la creación de la Manzanina de Mollerussa, la Melocotonina de Riumors o la Perina de Torres de Segre, para recoger dinero para los productores catalanes afectados por las sanciones rusas. Pero es evidente que ninguno de esos productos agrícolas destila el zumo rojizo del tomate, que es lo que da a las tomatinas de todo el mundo el toque grandilocuentemente sangriento y peliculero que entusiasma a los que participan en ellas. Lástima.