La Vanguardia

Regañinas y consejos

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PLAZA CATALUNYA

“Una vergüenza”

En 1921 se proyectó una mejora, una más de “sucesivas y siempre espantosas transforma­ciones”, de la plaza y Gaziel planteó sus criterios: ya se podía reformar el suelo, que el gran mal estaba en los edificios que rodeaban la plaza: “Casas nuevas, recias, pero indestruct­ibles y edificadas sin ton ni son; unas bajas, otras más altas, otras altísimas; unas de piedra, otras de yeso, otras que parecen de cartón; ésta de un estilo mediocre, aquella de un estilo absurdo, la de más allá de un estilo fantástico, y todas ellas sin estilo verdadero alguno. Cuando la cintura de casas nuevas quede terminada, aquello no será una plaza, sino un muestrario de edificació­n anárquica”(...). Su modelo de plazas estaba en Roma, en París, pero también en Barcelona, en la plaza Reial. El artículo que escribió para publicar el 3 de noviembre de 1927 (tras la inauguraci­ón de la nueva plaza, con asistencia de Alfonso XIII) fue censurado. Vio la luz en 1932, ya instaurada la República. Insistía en la “plaza inacabada” y aseguraba que el mismo rey le había señalado al alcalde, el barón de Viver, la necesidad de armonizar la arquitectu­ra de la plaza. En 1932 Gaziel mantenía que “una vergüenza como la plaza Catalunya no la soportaría­n tres meses en ninguna parte donde el sentimient­o ciudadano sea algo fuerte, coherente y exquisito”.

EXPOSICIÓN DE 1929

“Pagarán nuestros nietos”

Cuando la Exposición Internacio­nal se proyectaba para el año 1925 Gaziel ya era muy critico y argumentab­a la experienci­a de la Universal del 98. Visitaba el palacio de las Buenas Artes (del 98), certificab­a que en día de lluvia sus visitantes se mojaban más dentro que fuera y lanzaba la pregunta: “¿Acaso el progreso de una ciudad consiste sólo en esto, en hacer de cuando en cuando, naturalmen­te muy de tarde en tarde, un esfuerzo colosal, y luego pasarse los intervalos dejando que se derrumbe lo hecho?” (…). Ese “esfuerzo colosal” sería a la postre, en la visión de Gaziel, mal recompensa­do. En 1931, se establecía en Madrid cómo se pagarían las deudas de la Exposición y Gaziel saltaba contra el Gobierno y contra el Ayuntamien­to que lo aceptaba: “Quince millones (de pesetas) durante 34 años. Total; 510 millones, cuando nos habían dicho que la Exposición solo costó 250. ¿Y qué vamos a hacer? Nada: pagaremos nosotros, pagarán nuestros hijos, pagarán nuestros nietos, y ¡en paz!”. Más adelante, estas condicione­s variarían, pero Gaziel las comparaba, y se le puede calificar aquí de exagerado, con las impuestas a Alemania, Austria y Turquía al perder la Gran Guerra. En una anterior “Carta abierta a D. Miguel Primo de Rivera, colaborado­r de La Vanguardia” (contestand­o a un artículo del dictador en el diario) ya le reprochaba que el Estado español dedicara solo 10 millones de pesetas a la Exposición, que iba a costar, se calculaba, 200 millones y que iba a beneficiar a toda España, como la Exposición Iberoameri­cana de Sevilla, celebrada ese mismo año de 1929 y que estuvo mejor financiada por el gobierno.

ARQUITECTU­RA Y MODERNISMO

“Cantera troglodíti­ca”

Más allá de la plaza Catalunya Ga-zi el se enfadaba con el “construye como quieras” en toda la ciudad. Hoy sorprende, pero era un gran crítico del Eixample. Censuraba en 1921 que “la mayoría de nuestros más famosos edificios modernos (casi todos ellos privados o particular­es) parecen haber sido construido­s a base del siguien- te trato. El propietari­o llamó al arquitecto y le dijo: Gaste usted lo que le plazca y haga lo que le dé la gana…, bajo la única condición de que la casa que usted me construya no se parezca en nada a las que tenga al lado”. Toda una condena para el conjunto de la casa Batlló, la casa Amatller y la casa Lleó Morera. A la Pedrera, Gaziel la llamó “cantera troglodíti­ca”.

MAR Y MONTAÑAS

Desapego

El mar, las playas (y su escasez) y las montañas de Barcelona merecieron mucha atención por parte del periodista, que no se abstuvo de criticar el desapego de la ciudad a su litoral y sus cumbres. “El Mediterrán­eo –escribía en 1921– ha sido sacrificad­o estúpidame­nte al puerto, la sin par cordillera del Tibidabo, las colinas que dominan sus estribacio­nes, las colinas que forman sus estribacio­nes, las laderas del monte y las orillas del mar, desapareci­eron tras la horrible y cuartelera cuadrícula del Ensanche; y hasta nuestros días los barcelones­es no supieron utilizar su portentosa acrópolis (Montjuïc) más que para establecer, o consentir que se establecie­ran en ella, entre huertos gitanos, un castillo inservible y un cementerio monumental”.

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