Yo de mayor quiero ser niño prodigio
Recuerdo que, cuando yo era pequeño, en mi clase había un chaval que aseguraba que de mayor quería ser notario. Ni astronauta, ni vaquero, ni bombero, ni médico, ni piloto, ni nada parecido. Notario. Y de los de antes. Nunca supimos de dónde le vino tan temprana vocación, ni cómo llevó lo de terminar años más tarde trabajando como conserje en un ministerio.
Mucho han cambiado las cosas desde aquellos oscuros años. Tanto, que ya nos parece hasta normal que muchos niños y niñas sueñen ahora con convertirse (¡lo antes posible!) en presentadores, cantantes, bailarines, acróbatas, actores, modelos, monologuistas, imitadores e incluso cocineros famosos. Gran parte de la culpa recae sobre esos programas exitosos que han hecho de las habilidades, las gracietas, las
ilusiones y la exhibicionista inocencia de los más pequeños su biodegradable combustible mediático. Programas que,
como ocurre con Tu cara me suena mini, Pequeños gigantes, La Voz Kids o, quizás en menor medida, Masterchef Junior (de la ya planteada posibilidad de un Gran Hermano en versión guardería mejor ni hablar), cuentan con la complicidad tanto de una audiencia volcada en la más que amortizable ingenuidad artística de estos aprendices de juguete roto, como de unos padres que, irreprimibles lagrimones de festival de fin de curso mediante, sueñan secretamente con convertirse en los implacables representantes de sus telegénicos cachorros, cuando no en cumplir a través de ellos sus frustrados sueños de juventud. Y es que, a pesar de no haber acabado nunca de dar el estirón, la sombra de Joselito continúa siendo alargada en este país tan proclive a los prodigios.
Hay quien dice que los niños son a los programas de entretenimiento lo que los vídeos de gatitos a internet. El problema es que por el momento no conozco a ningún gatito que, ya de mayor, haya salido escaldado tras su loopeable minuto de gloria en YouTube. Miedo me da cada vez que mi hijo pide ver cualquiera de esos intempestivos programas en los que niños de su misma edad hacen monerías y son aplaudidos a rabiar (para otra ocasión dejaré lo de ese espacio de bromas “infantiles” con cámara oculta llamado Just Kidding que emite Boing). En cualquier caso, lo que sí tengo claro es que nunca haré lo que hizo al final aquel chaval de mi cole, que acabó poniendo a sus cuatro hijos a opositar para notario.