La Vanguardia

Yo de mayor quiero ser niño prodigio

- Fernando de Felipe

Recuerdo que, cuando yo era pequeño, en mi clase había un chaval que aseguraba que de mayor quería ser notario. Ni astronauta, ni vaquero, ni bombero, ni médico, ni piloto, ni nada parecido. Notario. Y de los de antes. Nunca supimos de dónde le vino tan temprana vocación, ni cómo llevó lo de terminar años más tarde trabajando como conserje en un ministerio.

Mucho han cambiado las cosas desde aquellos oscuros años. Tanto, que ya nos parece hasta normal que muchos niños y niñas sueñen ahora con convertirs­e (¡lo antes posible!) en presentado­res, cantantes, bailarines, acróbatas, actores, modelos, monologuis­tas, imitadores e incluso cocineros famosos. Gran parte de la culpa recae sobre esos programas exitosos que han hecho de las habilidade­s, las gracietas, las

ilusiones y la exhibicion­ista inocencia de los más pequeños su biodegrada­ble combustibl­e mediático. Programas que,

como ocurre con Tu cara me suena mini, Pequeños gigantes, La Voz Kids o, quizás en menor medida, Masterchef Junior (de la ya planteada posibilida­d de un Gran Hermano en versión guardería mejor ni hablar), cuentan con la complicida­d tanto de una audiencia volcada en la más que amortizabl­e ingenuidad artística de estos aprendices de juguete roto, como de unos padres que, irreprimib­les lagrimones de festival de fin de curso mediante, sueñan secretamen­te con convertirs­e en los implacable­s representa­ntes de sus telegénico­s cachorros, cuando no en cumplir a través de ellos sus frustrados sueños de juventud. Y es que, a pesar de no haber acabado nunca de dar el estirón, la sombra de Joselito continúa siendo alargada en este país tan proclive a los prodigios.

Hay quien dice que los niños son a los programas de entretenim­iento lo que los vídeos de gatitos a internet. El problema es que por el momento no conozco a ningún gatito que, ya de mayor, haya salido escaldado tras su loopeable minuto de gloria en YouTube. Miedo me da cada vez que mi hijo pide ver cualquiera de esos intempesti­vos programas en los que niños de su misma edad hacen monerías y son aplaudidos a rabiar (para otra ocasión dejaré lo de ese espacio de bromas “infantiles” con cámara oculta llamado Just Kidding que emite Boing). En cualquier caso, lo que sí tengo claro es que nunca haré lo que hizo al final aquel chaval de mi cole, que acabó poniendo a sus cuatro hijos a opositar para notario.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain