El paisaje como reflejo del alma
La rivalidad entre los dos gigantes del arte británico no se contagia a sus museos. Una de las estrellas de la muestra, La catedral de Salisbury desde la pradera, viene de la Tate Britain, que en 2013 la adquirió por 23,1 millones de libras gracias al proyecto Aspire, en el que participaron cinco galerías nacionales y regionales: el Amgueddfa Cymru (el museo nacional de Gales), las Galerías Nacionales de Escocia; los Museos de Colchester y de Ipswich, y los Museos de Salisbury y South Wiltshire. La iniciativa permite que esta propiedad de la Tate esté en exposición constante en distintos sitios del Reino Unido.
Es un paisaje turbulento en cuyo cielo agitado han querido ver los especialistas la propia agitación del artista cuando pintó la obra, en 1831, ya con el corazón roto por la muerte de su esposa, María, madre de siete hijos. Fue entonces cuando buscó refugio en su amigo John Fisher, sacerdote de la catedral de Salisbury. Pero había otros temores que le atenazaban: temía por la iglesia anglicana al emanciparse de la católica, o las reformas políticas, que refleja en una natu- raleza tambaleante, con los árboles inclinados por la fuerza de un ciclón. Lo único que hay en vertical es el campanario, sobre el que aparece un arco iris. Constable se sentía abatido. La muerte de Fisher un año después, a cuya amistad había construido este monumento, significó un nuevo golpe del que ya no se recuperaría del todo.
La Catedral... es uno de sus monumentales lienzos de “seis pies”, escala que reservaba para crear un gran impacto en sus exposiciones en la Royal Academy. “Me han dicho que es lo mejor que jamás haya hecho”, escribió.