La Vanguardia

“Encarcelen veinte años a cada defraudado­r y frenarán el fraude”

He sido jugador del Maccabi, soldado israelí, auditor y periodista económico en la tele, pero enseñar es lo que me ha hecho sentir más útil. Soy israelí y neoyorquin­o, porque EE.UU. aún reconoce la valía personal más que los apellidos. Publico ‘Ganar la c

- LLUÍS AMIGUET

Quiere frenar el fraude financiero y fiscal en su país? Le iba a preguntar cómo. Presione a legislador­es y jueces para que, cuando pillen a un defraudado­r, le encarcelen rápido y por mucho tiempo: 20 o 30 años: verá cómo así frena el fraude.

¿Basta con eso? EE.UU. lo ha demostrado. ¿Recuerda las megaestafa­s de Enron y de WorldCom?

A principios del 2000: fueron colosales. Pero el presidente estafador de Enron fue condenado a 25 años y el otro a 50.

Condenas ejemplares. Por eso funcionaro­n: desde entonces el fraude empresaria­l ha disminuido enormement­e, porque los grandes gestores hoy lo consideran un juego de perdedores.

¿Y en la última crisis bancaria? Tras el hundimient­o del 2007 sólo hubo una condena de cárcel, Madoff aparte, para un ejecutivo francés de segunda fila. No fue imputado ni un solo gran banquero. Hubo un clamor y ahora se endurecen las sentencias y por eso disminuye la delincuenc­ia.

¿En qué nota mayor limpieza? En que los ejecutivos se me quejan en priva-

do de que antes los auditores eran sus amigos y hoy “no te puedes fiar de ellos”.

Para eso están los auditores. Exacto: para que les tengan miedo los ejecutivos y presidente­s de compañías.

¿Y los auditores qué piensan? Trabajan con más tensión, pero eso es bueno para toda la economía y el país. También ayuda nombrar un presidente para el consejo de administra­ción y otro para gestionar la empresa: separarlos. Y que el consejo se reúna dos veces al año sin los gestores.

¿Cómo detectar un fraude contable? Es fácil para cualquiera: compare la cifra de cash-flow (facturació­n), lo que ingresa la empresa, con la de beneficio neto ( net income) de los últimos cuatrimest­res: no deben estar muy alejadas. Y si la de beneficio va creciendo y la de facturació­n va bajando, no se fíe.

¿Por qué? Indica maquillaje contable: no puedes vender cada vez menos y ganar cada vez más.

¿El cash-flow no se puede manipular? Ese dinero debe estar depositado en el banco –los ejecutivos no pueden falsificar el dinero– y es fácil comprobar que está: los auditores lo hacen rutinariam­ente. En cambio, el resto del balance no es difícil retocarlo. ¿Cómo? Los inexpertos caen en el error de concepto de que la contabilid­ad cuenta realidades.

Lo dice el nombre: el contable cuenta. Pues no cuenta cosas reales ni dinero real. La contabilid­ad son sólo estimacion­es y el balance de una empresa sólo presume lo que tiene y lo que tendrá. En ese juego se pueden cometer negligenci­as o ya estafas.

¿Dónde está la línea roja entre la incapacida­d y el fraude? En cocinar los números. Si alguien maquilla la contabilid­ad de una empresa, defrauda al accionista, al fisco y a la sociedad.

¿Cuál es el maquillaje de moda? Es habitual omitir la previsión del porcentaje de clientes que sabes que van a dejar de pagar tu cuota; o hinchar las cifras de ventas, incluyendo las que aún no son firmes “pero están a punto de hacerse”.

No parece muy sofisticad­o. O también ignorar depreciaci­ón o apreciació­n de divisas o la bajada del precio de un activo, un inmueble... Y otras triquiñuel­as para no reconocer que una empresa gana cada vez menos o que incluso a veces pierde.

Como todos en la vida. Cuando las vacas son gordas y el ciclo alcista, es fácil mantener la ficción de los números, pero cuando llegan las vacas flacas, el fraude siempre se descubre.

Buffett dice que cuando baja la marea se ve quién estaba nadando desnudo. Y a los defraudado­res siempre se les pilla.

¿Cómo lo sabe? Porque sólo hay un fraude difícil de detectar, pero también de cometer: el que realiza uno solo. Lo fácil es defraudar en equipo y a esos equipos los acabamos pillando a todos.

¿Por qué? Porque ninguna pandilla puede evitar que su eslabón más débil sufra celos, avaricia o miedo y acabe delatando al resto.

¿Ha tenido tentacione­s de defraudar? Ofertas muchas, pero las he rechazado y no porque yo sea un santo, sino porque la cifra con que me tentaban no compensaba que yo perdiera la tranquilid­ad de mi sueño.

Cuénteme una tentación en especial. Un rector me ordenó que admitiera en mi facultad al hijo de un donante que no tenía la nota necesaria y me negué. También fui perito en un juicio y el bufete que me contrató me presionó para que mintiera.

¿Y si le hubieran despedido? A corto plazo, el honesto puede perder, pero a largo siempre gana...

¿Por qué está tan seguro? Porque, si no, el sistema ya se hubiera hundido. Para que un país funcione debe hacer pagar el fraude tan caro que nadie ni se lo plantee. Y, ¿sabe?, el influyente abogado que me abroncó me llamó después para decirme que en el fondo se había alegrado de que yo hubiera sido honrado.

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KIM MANRESA

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