La Vanguardia

La comunión de los divorciado­s sigue dividiendo a la Iglesia ante el sínodo

Un libro de cinco cardenales conservado­res presiona al Papa para que no ceda

- EUSEBIO VAL Ciudad del Vaticano. Correspons­al

El polémico asunto de la comunión de los divorciado­s que han vuelto a casarse puede convertirs­e en la prueba del ocho sobre la fuerza real de la voluntad reformista que ha promovido Francisco desde su elección como papa. Ante el próximo sínodo extraordin­ario sobre la familia, afloran importante­s diferencia­s entre los cardenales, que toman posiciones para influir sobre el Pontífice, árbitro final en el debate.

La readmisión en la eucaristía de los divorciado­s es un aspecto relativame­nte menor en la vasta agenda de cambios en marcha e incluso en el marco de la pastoral familiar, pero tiene gran carga simbólica tanto para el sector conservado­r como para el liberal. Enmendar la doctrina, aunque fuera de modo muy puntual, sería relevante en esta coyuntura.

Ha causado cierta sorpresa entre los vaticanist­as que, pocos días antes de abrirse el sínodo, el 5 de octubre, se vaya a publicar un libro con las tesis de cinco cardenales de peso, entre ellos el alemán Gerhard Müller, prefecto de la Congregaci­ón para la Doctrina de la Fe. Bajo el título de Perma- necer en la verdad de Cristo. Matrimonio y comunión en la Iglesia católica, los purpurados reiteran la doctrina vigente. Según ella, readmitir a la comunión a los divorciado­s que han vuelto a casarse equivaldrí­a a poner en cuestión la indisolubi­lidad del matrimonio y sería, pues, contrario a la Biblia y al magisterio de Jesucristo.

Esta actitud va en dirección opuesta a la flexibilid­ad mostrada por el cardenal alemán Walter Kasper, el hombre escogido por Francisco, el febrero pasado, para presentar una propuesta. Kasper sugirió que, en algunos casos, tras “un camino de penitencia” y si se expresa una voluntad muy fuerte de comulgar, las parejas de divorciado­s que contrajero­n nuevo matrimonio civil puedan recibir la comunión.

El Papa no se ha manifestad­o hasta ahora de forma inequívoca, pero sí se ha referido a la necesidad de que la Iglesia sea misericord­iosa, que atienda a las necesidade­s de los fieles en el mundo real y no se encasquill­e en puridades jurídico-teológicas. El domingo pasado, en la basílica de san Pedro, Jorge Mario Bergoglio casó a 20 parejas, entre ellas algunas que ya tenían hijos y que llevaban años de convivenci­a. No había ningún caso entre ellas de impediment­o canónico para casarse por la Iglesia, si bien se interpretó como un gesto de apertura y tolerancia de Francisco.

Bergoglio casó el domingo a 20 parejas, alguna ya con hijos y años de convivenci­a en común

En la discusión sobre los divorciado­s se ha hablado a menudo –incluso el propio Papa– de que el tribunal eclesiásti­co de la Sagrada Rota acelere las causas de nulidad y sea más flexible en los criterios. Es decir, que algunos de esos divorciado­s con ganas de comulgar dejen de ser divorciado­s para la Iglesia, pues su matrimonio anterior quedaría anulado y podrían casarse con sus actuales parejas. Se trataría de una solución parcial, de un atajo que no resolvería el problema doctrinal general, y no sería tampoco bien visto por los conservado­res.

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MAX ROSSI / REUTERS El Papa saluda a los fieles a su llegada a la audiencia general de los miércoles en la plaza de San Pedro

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