La contradicción de Hamlet
Es la vedette, la estrella de los personajes del teatro mundial. Es Hamlet, príncipe de Dinamarca, un joven lleno de dudas y sospechas tras la sorprendente muerte de su padre y el precipitado matrimonio de su madre con su tío Claudio. Un príncipe atribulado pero suficientemente lúcido para saber que ser o no ser es el verdadero dilema. Un dilema que desde hoy y hasta el 11 de enero toma la sala Atrium con Raimon Molins como codirector y como protagonista. Y que quiere ale- jar a Hamlet del héroe romántico y descubrir, dice Molins, “todo lo que nos acerca a él, su debilidad, su miedo, su humanidad, sus ganas de cambiar las cosas, de poner en cuestión el poder, la corrupción, el amor, la fidelidad...”.
Molins reconoce que quizá suponga una provocación inconsciente dar vida a un personaje del que casi todo el mundo tiene una idea muy personal, pero, sonríe, “se me pasaba la edad: o lo hacía ahora o ya no lo hacía, y más vale comenzar a tachar cosas en la lista de los sueños”. Y a eso se le sumaron, dice, los jóvenes actores del Projecte Ingenu que dirige Marc Chor- net, codirector de este Hamlet.
Un Hamlet con traducción de Joan Sellent que, siguiendo lo que ya hizo Peter Brook, prescinde de las tramas secundarias de la época y que altera el orden de algunas escenas para darle aire de thriller ambien- tado en un espacio “contemporáneo pero muy elisabetiano”, sin gradas y con una pasarela con una piscina debajo. Un
Hamlet que habla, concluye Molins, “de hoy no desde un lugar ampuloso sino desde los seres humanos, y en el que ser o no ser muestra la gran contradicción íntima de cómo vivimos, la contradicción de hacer lo que uno cree íntimamente pese a sus consecuencias trágicas o hacer lo que toca socialmente y no vivir”.