La locura yihadista atenta contra turistas en Túnez
Dos terroristas con fusiles kaláshnikov matan a 19 personas, 17 de ellas cruceristas extranjeros Los atacantes, que dispararon a un autocar e irrumpieron en el Museo del Bardo, fueron abatidos
Una pareja de jubilados de Barcelona, entre los fallecidos
Otros dos españoles siguen desaparecidos tras no presentarse anoche en su crucero Entre los 19 fallecidos en el ataque terrorista en Túnez se encuentran Antonio Cirera Pérez y Dolores Sánchez Rami, un matrimonio de jubilados de Barcelona que disfrutaba de unos días de crucero por el Mediterráneo. Un total de noventa españoles viajaban en los dos barcos que ayer hicieron escala en la capital del país.
La violencia yihadista golpeó ayer de lleno a Túnez, el país que inspiró las primaveras árabes, el único que ha culminado la transición a la democracia y que, a pesar de todas las dificultades, había logrado mantenerse a salvo del terrorismo.
Cerca del mediodía, dos hombres vestidos de militares y armados con fusiles kaláshnikov dispararon contra un grupo de turistas que bajaba de un autobús en el aparcamiento del Museo del Bardo, el más importante del país, visi- ta obligada por los mosaicos romanos y otros restos arqueológicos de la mítica Cartago. Diecisiete turistas murieron acribillados. Dos eran españoles, Antonio Cirera y Dolors Sánchez, un matrimonio de Barcelona. Otros procedían de Italia, Polonia, Alemania, Sudáfrica, Colombia y Brasil. También murieron dos tunecinos: un policía y una señora de la limpieza. Los 44 heridos, casi todos turistas –entre ellos, franceses, japoneses y británicos–, ingresaron en el hospital Charles Nicole.
Aparte de los fallecidos ya confirmados, otros dos españoles permanecen desaparecidos desde ayer a las 7 de la tarde, cuando el crucero en el que viajaban dio la voz de alarma al no presentarse estos a la hora prevista para la partida. El embajador español, junto al ministro tunecino del Interior y otras 20 personas buscaron anoche en la morgue, cuerpo a cuerpo, a estos turistas, cuya identidad no ha trascendido, sin poder localizarlos ni entre los muertos ni tampoco entre los heridos.
Los terroristas, una vez liquidado el autobús, entraron en el museo, donde había más de un centenar de visitantes, y allí se atrincheraron con decenas de rehenes. Murieron tres horas y media después durante el asalto de las fuerzas de élite. Para entonces, cientos de personas se habían concentrado frente al recinto palaciego que ocupa el Bardo y también el Parlamento, en el centro de Túnez. La zona había sido acordonada. Los francotiradores ocupaban las azoteas. Los helicópteros volaban en círculos.
Una explosión fue lo último que se oyó dentro del museo. Entonces se abrieron las puertas y los turistas salieron acompañados por soldados y policías. La multitud los recibió con vítores y aplausos. Las ambulancias encendieron las sirenas y evacuaron a los heridos, los autobuses se llevaron a los turistas de vuelta, la mayoría de ellos al puerto de La Goulette, donde fondeaban los cruceros en los que habían venido. El Costa Fascinosa y el MSC Splendida suspendieron las excursiones y aconsejaron al pasaje que no volviera a tierra.
Los diputados, que habían sido retenidos en el Parlamento por precaución, también pudieron sa-
ESPAÑOLES DESAPARECIDOS El embajador español busca a dos ciudadanos que no se presentaron a su crucero
MISIÓN SUICIDA Los dos terroristas, armados con fusiles kaláshnikov, fueron abatidos en el museo
lir al encuentro de familiares, compañeros y familiares. Muchos creían que la Asamblea Nacional había sido el principal objetivo de los yihadistas. Debatían una nueva ley antiterrorista cuando se produjo el asalto. Con ellos había magistrados y altos mandos militares. Durante el encierro, un grupo se puso a cantar el himno nacional en una escalera el edificio. Los laicos, hombro con hombro con los islamistas. Había mujeres con y sin velo, puños en alto y uves de victoria. El vídeo circuló por las redes sociales. La revolución de 2011 no hubiera podido hacerse sin ellas y hoy siguen cumpliendo su función reformista.
“No tenemos miedo”, tuiteó la diputada islamista del partido Enahda Sayida Usi. Lo mismo dijo Lina Ben Mhenni, una de las blogueras más influyentes:
“Nuestro país ha sido mancillado, ensangrentado y herido de gravedad, pero las mujeres y hombres tunecinos resistiremos esta oleada de barbarie y terrorismo. Nunca nos rendiremos”.
El primer ministro habló a la nación: “Es un momento crítico de nuestra historia y un momento definitorio de nuestro futuro”. Hace apenas un mes y medio que tomó posesión. Tiene cinco años por delante para estabilizar el país y estimular el crecimiento económico. “Muchos son los que intentan minar nuestra patria –añadió–. Responderemos sin descanso y sin piedad”.
El presidente Béji Caïd Essebsi, cuando tuvo ocasión de dirigirse a la nación –esperó hasta la hora de máxima audiencia–, dijo casi lo mismo que su primer ministro: “Me doy cuenta de que el pueblo tunecino entiende que estamos en guerra contra el terrorismo y que estas minorías salvajes no nos dan miedo. Vamos a combatirlas sin piedad, hasta nuestro último suspiro”. Luego prometió poner todos los medios para que un atentado como el de ayer no vuelva a ocurrir.
No habrá crecimiento sin seguridad y la batalla contra el terrorismo yihadista no será nada fácil. Proliferan los grupos armados. Unos están en la órbita del Estado Islámico y otros obedecen a Al Qaeda en el Magreb Islámico. El más poderoso es Okba Ibn Nafá. Opera desde la región montañosa de Chaambi, junto a la frontera argelina. Decenas de soldados y policías han muerto en atentados y emboscadas en esta zona que escapa al control del Estado. El sur del país está militarizado desde hace tiempo. La frontera con Libia es un coladero de contrabandistas y milicianos yihadistas, jóvenes dispuestos a luchar en Siria, Iraq y también Libia, donde se les ha visto al frente de varios grupos armados.
Túnez es el país desde donde han salido más guerrilleros islamistas. Rondan los 3.000 y la policía cree que unos 500 han regresado, muchos de ellos dispuestos a seguir la guerra en casa.
El Estado Islámico tiene a Túnez en el punto de mira desde hace tiempo. Considera que los islamistas de Enahda son unos traidores porque el islam, según su punto de vista, no permite participar a los creyentes en los gobiernos que se rigen por la ley del hombre.
La Constitución de Túnez es la más progresista del mundo árabe. Blinda los derechos de la mujer, la libertad de expresión y culto, la separación entre Estado y religión. Los islamistas renunciaron a que la charia fuera la columna vertebral. Dieron un paso atrás cuando el terrorismo político de hace dos años a punto estuvo de acabar con la transición. Aún en el poder, antes de perder las elecciones legislativas del pasado octubre, hablaron de diálogo nacional. Asumieron la derrota y el presidente Essebsi los recompensó con el Ministerio de Trabajo en el nuevo gobierno, un ejecutivo dominado por los tecnócratas y con amplio apoyo parlamentario.
La estabilidad política debería permitir afrontar la reconstrucción económica, ofrecer oportunidades a los jóvenes, un trabajo que les ayude a apreciar la democracia. Hasta ahora, cuatro años después de la revolución, aún no ha sido posible.
El turismo es el trampolín que debería impulsar el crecimiento. Representa el 6% del PIB. El 20% de la población vive de una manera u otra de él. Por eso el primer ministro dijo que el ataque había sido “un intento de des- truir la economía tunecina”.
Los turistas nunca abandonaron Túnez del todo, pero cayeron en picado. Volvieron de verdad en el 2013: seis millones. El año pasado fueron 6,4 millones. Y estaba previsto que este fuera todavía mejor. La temporada arrancará con las vacaciones de Semana Santa. Las campañas de publicidad estaban lanzadas para que los visitantes volvieran a los oasis de montaña de Chott el Jerid, a las playas de Djerba y las ruinas de Dougga.
Los dos terroristas sabían lo que hacían. Buscaban un golpe capaz de vaciar todos los hoteles. Habían estudiado el ataque. Co- nocían el horario de los autobuses que llevan a los cruceristas de excursión. Sabían que la vigilancia en el Museo del Bardo era muy relajada. Tenían dos o tres cómplices, que ayer eran el objetivo principal de las fuerzas de seguridad. La ciudad de Túnez se acostó con controles en las esquinas principales y vigilancia redoblada en el aeropuerto, el puerto y los edificios oficiales. La policía peinaba los barrios más populares, donde sospecha que duermen las células yihadistas.
CANTERA DE YIHADISTAS Túnez es el país desde el que han salido más guerrilleros: 3.000
INDUSTRIA CLAVE El turismo representa el 6% del PIB y el 20% de la población vive de él