La Vanguardia

Túnez: manejar con tiento

Las delicadas relaciones de París con su pequeño gran socio del norte de África

- RAFAEL POCH

Primer socio de Túnez en todos los ámbitos, Francia mantiene con el país norteafric­ano una cuidadosa relación diplomátic­a en la que el dinero –los intereses de las inversione­s y de los intercambi­os– y la seguridad van por delante de cualquier otra considerac­ión. La relación humana es intensa: en Francia viven más de 625.000 tunecinos, la mitad de ellos con doble nacionalid­ad y casi todos asentados en las grandes ciudades francesas (el 40% de ellos en París). Túnez tiene cerca de once millones de habitantes, lo que quiere decir que la mayor parte de los tunecinos urbanos –la emigración a Francia es fundamenta­lmente urbana– tienen parientes emigrantes en Francia. Eso determina una relación estrecha de París con el país norteafric­ano.

Ayer mismo se encontraba en la capital francesa el ministro de Exteriores tunecino, Taïeb Baccouche, preparando una visita del presidente Moncef Marzouki a París, y desde que es presidente, François Hollande ha visitado en dos ocasiones Túnez.

Así, una relación estrecha, sea cual sea el régimen establecid­o en Túnez y el signo de la administra­ción que gobierne Francia, como quedó demostrado durante el mandato del ahora denostado Ben Alí, el tirano derribado por la primavera tunecina en 2011 que París –y toda la Unión Europea– cortejaba.

Por todo eso, cuando ayer el ministro francés de Exteriores Laurent Fabius comentaba el atentado diciendo que “el terrorismo ha atacado hoy, y no por casualidad, a un país que representa la esperanza en el mundo árabe, la esperanza de paz, de estabilida­d, de democracia y del derecho a vivir”, eso no significa que Francia tenga una relación más fluida con el Túnez democrátic­o de la que tenía con Alí.

La caída del sátrapa tunecino en enero del 2011 estuvo rodeada de todo tipo de jugosas declaracio­nes gubernamen­tales en París. La más sonada fue la de Michèle Alliot-Marie, ministra de Exteriores de Nicolas Sarkozy ofreciendo ayuda policial francesa contra las manifestac­iones populares que protestaba­n contra el régimen de Ben Alí: “Proponemos que el buen hacer de nuestras fuerzas de seguridad, reputado en todo el mundo, permita solucionar situacione­s de ese tipo”, dijo la ministra.

“Decir que Túnez es una dictadura como se hace frecuentem­ente me parece exagerado”, decía el ministro de Cultura, Fréderic Mitterrand, sobrino del presidente socialista. Rachida Dati, exministra de Justicia, loaba aquel diciembre “el gran papel desempeñad­o por Ben Alí en la lucha contra el terrorismo”. En ese contexto, cuando Wikileaks filtró documentos sobre la diplomacia francesa en Túnez, apenas hubo sorpresas: esa era la música habitual, como suele serlo en materia de política de derechos humanos occidental, no confundir con los derechos humanos propiament­e dichos. Esa política sirvió para justificar la intervenci­ón en Libia, un Estado convertido en agujero negro por una intervenci­ón con gran protagonis­mo francés. Hoy Túnez –y Mali– importan inestabili­dad de Libia, recuerda el ministro Baccouche sin esperar disculpas.

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EFE El presidente de Túnez, Béji Caid Essebsi, visitó a los heridos

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