Dalí y Picasso, cara a cara en una exposición
El respeto mutuo superó siempre la distancia ideológica
Salvador Dalí y Pablo Picasso son los dos grandes genios pictóricos del siglo XX español –con permiso de Joan Miró–, pero hasta ahora no se había realizado ninguna exposición de ambos (ni ningún estudio comparado en profundidad). Picasso/Dalí. Dalí/ Picasso, que hoy se abre en el Museu Picasso de Barcelona, no es una doble retrospectiva sino una muestra que explora sus influencias mutuas y prioriza sus coincidencias temáticas. Una exposición de tesis, ambos se admiraban pese a sus divergencias, con importantes obras, algunas muy poco vistas, aunque también con elocuentes ausencias.
El museo de la calle Montcada de Barcelona expone hasta el 28 de junio un total de 78 obras, de las cuales 39 son pinturas, y el resto dibujos, collages, esculturas y grabados de los dos artistas, además de 33 documentos, incluidas cinco cartas de Dalí a Picasso. En conjunto hay préstamos de 25 instituciones diferentes. Antes se ha podido ver, con pequeñas variaciones, en The Dali Museum de San Petersburgo (Florida, Estados Unidos, desde el 8 de noviembre pasado al 16 de febrero). Entre las piezas estrella y más novedosas conviene citar, del lado daliniano, La profanación de la hostia (1929-30), Desnudo femenino (1928), Bañistas (1928) y Aparato y mano, (1927), propiedad del museo de Florida, que se podrán contemplar en Europa por primera vez desde los años 30; y Venus y cupidos (1925), una miniatura preciosista (sólo mide 20,5 x 21,5 cm) que había permanecido oculta en colecciones privadas. De Picasso, lo más relevante son Grupos de desnudos femeninos (1921, procedente de la Staatsgalerie de Stuttgart), Naturaleza muerta con busto antiguo (1925, Centro Pompidou de Paris), Naturaleza muerta delante de una ventana (1919, Museo Berggruen de Berlín), Mujer sentada (1927, Art Gallery, de Ontario), y la escultura Copa de absenta (1914, colección privada). Destaca la ausencia de obras procedentes del Museu Picasso de París, institución que solo ha cedido un grabado, la única pieza conocida en la que intervinieron los dos artistas. Al parecer, fue Paul Eluard quien llevó un grabado original de Picasso a Dalí para que lo reelaborase y quien lo devolvió con añadidos. Picasso lo retuvo en su colección pero nunca lo mostró hasta que apareció entre su legado al museo parisino. De Dalí, a parte de otros vacíos, no ha venido la Academia neocubista (1926), un óleo que pertenece al Museu de Montserrat por donación, que sí fue prestado a Saint Petersburg, y que nunca se ha podido ver en Barcelona, desde su primera exhibición en la galería Dalmau en 1926.
La idea de esta exposición parte de Hank Hine, director de The Dali Museum, quien empieza a plantearla en el año 2003. No fue hasta la primavera del 2012 cuando empezaron a trabajar en el proyecto los comisarios William Jeffet y Juan José Lahuerta (quien posteriormente se desvinculó al entrar a trabajar en el MNAC). La muestra ha sido organizada conjuntamente por el Museu Picasso de Barcelona (su director Bernardo Laniado-Romero habló ayer de un presupuesto de un millón de euros) y The Dali Museum, en colaboración con la Fundación Gala-Salvador Dalí de Figueres.
Dalí era 23 años más joven que Picasso y desarrolló una admiración hacia él mucho antes de conocerlo. Una percepción que nace de amistades comunes y de la presencia de Picasso en Barcelona en exposiciones y publicaciones. La muestra recoge algunos de esos trabajos primerizos de Picasso en Barcelona e incluso en Cadaqués, donde estuvo en el verano de 1910 (allí pudo coincidir casualmente con el niño Dalí, de apenas seis años). También se expone un óleo del Dalí adolescente, de los muchos que pintó en Cadaqués (donde su familia pasaba las vacaciones) y una fotografía de su estudio en el que se ve un cartel donde él mismo ha dibuja- do las palabras “¡Viva Picaso!” (sic).
El primer encuentro de Dalí con Picasso sucede en mayo de 1926. El joven catalán ha acudido en tren a París acompañado de su tía y su hermana. Gracias a un amigo de Federico García Lorca, logra visitar a Picasso en su taller. Dalí le muestra una de sus últimas creaciones, el óleo Noia de Figueres (ausente de la exposición, pe-
COINCIDENCIAS Los grabados de la época surrealista, la guerra y Velázquez son temas comunes
SEPARACIÓN A partir de 1940, la distancia ideológica creció y nunca más volvieron a verse
se a que se halla en el museo de Figueres). Y Picasso durante dos horas le enseña sus producción más reciente, en la línea del “cubismo poético”. La exposición pone cara a cara piezas como Naturaleza muerta con busto antiguo (Picasso) y Cabeza (Dalí) o Naturaleza muerta ante una ventana (Picasso) y Mesa ante el mar. Homenaje a Erik Satie (Dalí) donde se puede ver hasta que punto el joven artista de Figueres reinterpreta de inmediato a su maestro tras esta visita. Ambos artistas recibirán el impacto del movimiento surrealista y aunque los dos tomarán sus distancias es cuando su relación llega a ser más estrecha. El malagueño ilustra Les Métamorphoses de Ovidio y tres años más tarde el de Figueres Les Chants de Maldoror del conde de Lautréamont, los dos para la editorial Skira. Dalí dice que Picasso le pagó el primer viaje a EE.UU. en 1934, aunque nunca se ha hallado documento que lo acredite.
La forma en la que inicialmente ambos abordan la guerra civil española guarda también similitudes: Dalí con su Premonición de la guerra civil y Picasso con Gernika (aunque en este caso y por razones lógicas la exposición sólo ha podido contar con dibujos preparatorios de ambas piezas).
El distanciamiento entre los dos genios se inicia a partir de 1940 (de finales de 1938 son aún dos postales de Dalí a Picasso que demuestran una fuerte relación). Dalí huye de los nazis y se instala en Estados Unidos, mientras que Picasso se queda en el París ocupado. En 1948 Dalí regresa a España, en una operación muy rentabilizada por el franquismo. Y la frase “Picasso es comunista, yo tampoco” se convierte casi en un eslogan del régimen. Picasso decide que no volverá a España mientras viva el dictador y tampoco querrá ir nunca a Estados Unidos. Aun así, ambos volverán a retomar el diálogo artístico entorno a Velázquez y Las meninas. Amigos comunes como el torero Luis Miguel Dominguín y el periodista Antonio D. Olano intentarán en vano una reconciliación o un encuentro que no parece que llegase a producirse. Dalí continuó enviándole postales a Picasso, que este nunca respondía, pero ante su círculo más próximo nunca dejó de expresar cierto respeto por la obra de su oponente.
El catálogo sigue el esquema de la exposición con tres interesantes análisis de Juan José Lahuerta ( Las plantufas de Picasso y las paráfrasis de Dalí), Charlie F.B. Miller ( Vectores del surrealismo) y
William Jeffett ( Picasso y Dalí. De la vanguardia a Velázquez). Sorprende sin embargo que no se incluya una biografía comparada de los dos artistas para poder seguir mejor sus trayectorias o que no se mencionen estudios precedentes de Reynolds Morse ( Picasso-Dali.
Similarities and contrasts, 1973) o el debate que mantuvieron los críticos Rafael Santos Torroella y Félix Fanés a propósito de los desdoblamientos de cabezas y sus sombras, tanto en su origen picassiano como en la posterior interpretación daliniana.
En la última vitrina de la exposición se muestra una portada de
La Vanguardia con un artículo de Dalí titulado “¿Qué hay de nuevo? Velázquez” en el que reconoce que los dos cuadros más importantes son La rendición de Breda y el Gernika y concluye diciendo: “Que todos vayan a ver el Museo Picasso de Barcelona, si es que les queda alguna duda”.