La Vanguardia

“Siento que he vuelto a ser padre”

Los familiares de la pareja valenciana que se escondió narran sus inquietude­s

- SALVADOR ENGUIX

Sólo pidió agua y azúcar”. David Rubio parece tranquilo cuando narra la conversaci­ón telefónica mantenida con su hija Cristina una horas antes. Le acompaña en la conversa- ción su otra hija Anna. “Fue cuando la policía los encontró; ella está embarazada, había pasado muchas horas encerrada y necesitaba hidratarse, es enfermera y sabe lo que hacer en cada momento”, añade. Se refiere al instante en el que ayer por la mañana Cristina y Juan Carlos Sánchez –su marido– fueron encontrado­s en un habitáculo de limpieza del museo del Bardo en Túnez. Allí se ocultaron durante casi veinticuat­ro horas, y así consiguier­on salvar la vida en el atentado, en el que murieron 23 personas.

David Rubio es un hombre alto y fuerte. Dice que nunca sospechó que su hija y su marido hubieran sido víctimas del atentado. Que cuando escuchó las noticias el miércoles por la noche apenas se inquietó: “Sabía que habían ido allí de luna de miel, pero no podíamos imaginar que ellos también estaban en el museo”. Cristina y Juan Carlos se casaron el 8 de marzo. Ella, natural de la pequeña población de Riola, Valencia, está embarazada de cuatro meses. Su marido, de Sueca (localidad pegada a Riola), es experto en terapias de salud y un joven muy conocido y apreciado en el pueblo.

El viaje se inició el pasado día 13 de marzo “sin problemas”, apunta David. La pesadilla comenzó ayer de madrugada cuando desde Exteriores les informaron que habían sido encontrado­s y rescatados del museo donde se había cometido la masacre. “Eso fue sobre las 9 de la mañana y hasta una hora y media después no supimos nada más; fue el peor momento de mi vida porque no sabía si estaban bien del todo, si

ENCERRADOS Cristina y Juan Carlos estuvieron casi 24 horas refugiados en un cuarto del museo

EN CINTA Toda la preocupaci­ón estaba centrada en Cristina, embarazada de cuatro meses

había tenido algún problema con el embarazo...”. Una llamada de Cristina al teléfono móvil de su padre calmó los ánimos. “Me contó que tuvieron miedo de morir, que vieron y escucharon gente disparando, que corrieron a esconderse, que estuvieron en un cuartucho de limpieza encerrados durante muchas horas, que escucharon voces y golpes; era gente que hablaba en árabe y no entendían nada, nunca pensaron que podía ser la policía”.

La llamada de su hija sirvió también para conocer su estado de salud: “La han tratado genial, me ha dicho”. Fue trasladada a un hospital de Túnez donde le realizaron varias pruebas, entre ellas una ecografía para conocer el estado del feto. “Me ha dicho que está perfecta, que no ha sufrido ningún problema; iban a venir hoy pero lo harán mañana; aunque el miedo aún lo tiene en el cuerpo, no quiero ni pensar lo que han tenido que sufrir encerrados en esa habitación”. “Hoy es día de Sant Josep, día del padre, y creo que hoy he vuelto a tener una hija”, concluye emocionado.

Carmen, una mujer de avanzada edad, es la madre de Juan Carlos Sánchez. Su hija, Eli, se ha pasado toda la noche de gestiones

con Exteriores y con la embajada española en Túnez. Está agotada, están agotadas. Carmen habla muy deprisa, está notablemen­te nerviosa y cuenta los hechos soltando algún que otro sollozo. “Como madre nunca estaré tranquila hasta que los tenga aquí en casa; cada hora es un sufrimient­o”. Ella dice “patiment”, en valenciano, que tiene una significac­ión especial. “Lo peor es que mi hija no me quiso decir nada de lo que sucedía con su hermana”.

Carmen lamenta que tuvo que enterarse de lo de su hijo por un programa de televisión. “Ha sido terrible, no querían que yo sufriera y cuando he escuchado su nombre, no sé, no sé, no entendía nada”. Le dijeron que estaban bien, que ni Cristina ni su hijo habían sufrido daño. “Pero te lo dicen y nunca sabes si también te dicen o no la verdad”. Todo se clarificó cuando Juan Carlos pudo hablar, también tras el rescate, con su hermana y su madre por teléfono. “Estamos agotadas, ahora nos está llamando todo el mundo y no queremos hablar con nadie; sólo que vuelvan los xiquets”.

Entre Sueca y Riola, pequeñas poblacione­s costeras y donde aún tiene músculo el cultivo del arroz, apenas hay tres kilómetros. En Sueca Vicent comenta que “a Juan Carlos se le conoce mucho, atiende a muchas personas en sus casas, y Cristina es enfermera; viven aquí, son jóvenes y muy apreciados”. En Riola las calles están desiertas, pero todos los vecinos conocen el caso, y guían a los periodista­s hasta la casa de David Rubio.

A la vivienda familiar acuden parientes y vecinos interesado­s por la situación de la pareja. Ya es casi primera hora de la tarde y David vuelve a contar más detalles. Su tono es cada vez más animado, pues las informacio­nes clarifican un buen final de la trágica aventura. “Se ha portado muy bien la embajada y el Ministerio de Exteriores”, añade. Si todo va bien llegarán en avión al aeropuerto de Manises, Valencia. David sólo pide una cosa más: que hoy los dejen estar en familia tranquilos. Lógico.

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Cristina Rubio y Juan C. Sánchez, subiendo a un vehículo del cuerpo diplomátic­o español en Túnez
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JAVIER LIZÓN / EFE
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MIQUEL OLIVER David Rubio y su otra hija Anna señalan la foto de Cristina

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